Ya habían pasado 5 horas... 5 horas y Rubius no había vuelto.
Vale, yo entendía que necesitara su tiempo a solas, pero al menos podría contestar el puto móvil para que yo no me preocupara como si fuera su madre. Joder, incluso ya estaba comenzando a hacer comparaciones estúpidas por los nervios. ¡Es que era un cabrón y mal amigo!
Suspiré, intentando calmarme, y miré sentado en el sofá el reloj de pared por quinta vez en esa media hora. Ya eran las ocho de la noche y había oscurecido por completo. Miraba también de reojo las llaves sobre la mesa y la puerta a unos pocos metros de mí.
Vale, si no llegaba en veinte minutos iría a buscarlo. No debía estar lejos, ¿verdad? Dijo que sólo iría al parque.
Mierda. Yo y mis malos presentimientos.
La última vez que tuve esta sensación terminé haciendo el ridículo frente a los vecinos de Rubius y casi volteo su puerta con mis golpes insistentes. Esta vez no me dejaría llevar tan fácil. Confiaba en que él estaría bien.
Raspberry se había quedado dormida en mi regazo. Lucía mucho más tranquila que antes. Después de todo, el veterinario tenía razón. La lejanía de Rubius parecía haberla tranquilizado al menos por unos momentos. Por supuesto, no le diría esto a mi amigo. Le dolería demasiado saber que su querida gata estaba mejor sin él. Ni yo me lo creía.
Acaricié su lomo oscuro con suavidad, intentando tranquilizarme.
En las últimas horas me había encargado de limpiar el departamento de Rubius. Ja... ¿yo limpiando? Ni siquiera yo me lo creía, pero había tenido la necesidad de matar el tiempo con algo. Había abierto las ventanas y las cortinas para que el lugar se aireara, y me había puesto a repasar los muebles empolvados con un trapo que encontré guardado en un cajón. Incluso lavé los platos sucios, acomodé los adornos, cojines y regalos de fans. Definitivamente Rubius me debía una.
Pero tal y como estaban las cosas... me veía incapaz de reclamarle algo.
También me había encargado de cubrir el cuerpito sin vida del pobre Wilson con unas sábanas y... luego veríamos qué hacer con él.
Limpiar la sangre había sido desagradable, pero sabía que hubiera sido peor para Rubius tener que hacerlo él.
Cuando el primer trueno exterior resonó en mis oídos con intensidad, decidí que ya había sido suficiente. Me puse de pie de un salto, haciendo que la pobre Raspberry saltara del susto con un agudo maullido molesto, y agarré las llaves sobre la mesa a toda velocidad. Salí casi corriendo del departamento de Rubius y opté por bajar por las escaleras. Ni siquiera me veía capaz de esperar al ascensor.
Cuando salí a la calle, observé asustado cómo el cielo había adoptado matices grisaseos gracias a las nubes llenas de agua. Últimamente llovía muy a menudo en Madrid, y eso me encantaba... pero no cuando mi mejor amigo estaba perdido y deprimido en alguna parte de la ciudad. Joder...
Decidí buscar en cada parque de Madrid de ser necesario, pero luego me detuve a pensar mejor con la mente clara, y concluí que antes que nada debía buscarlo en el parque más cercano. Un parque que él solía utilizar mucho para andar en skate de vez en cuando. Así que decidido, comencé a correr con un destino ya fijado.
Cuando llegué a los espacios verdes del parque, me detuve a observar todo el entorno. Varios truenos ya habían comenzado a escucharse y no quedaba ni una persona en todo el lugar, lo cual era lógico ya que en poco minutos seguramente las nubes dejarían caer la tormenta.
Estuve a punto de irme, hasta que lo vi. Estaba echado en el césped boca arriba y con la mirada perdida en el cielo gris.
Estaba fumando.
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Luces Fuera (Rubelangel)
FanfictionMi corazón golpeó con fuerza mi pecho y mi respiración se cortó repentinamente al escucharle decir aquello. Rubius sólo seguía observándome, suplicante, con lágrimas de desesperación en sus ojos. -Por favor...- susurró con voz quebrada- Tienes que c...