41. Nuestra Realidad

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Al salir al exterior nevado mi pelo negro se alborotó sobre mi cabeza a causa de una fuerte e inesperada ráfaga de viento frío. Inspiré por mi nariz profundamente, entrecerrando un poco mis ojos para que el aire helado no les hiciera daño, y sentí la intensa sensación del viento frío noruego recorriendo mi garganta protegida por la bufanda. Pestañeé y luego enfoqué mis pupilas en el amplio cielo sobre mi cabeza. Estaba celeste; un celeste opaco y limpio, sin llegar a ser azul del todo. Un cielo sin nubes de ningún tipo.

Guardé mis manos temblorosas en los bolsillos de mi abrigo sin quitar la mirada del cielo. Hacía mucho que no estaba así de despejado... porque prácticamente, desde que yo había llegado a Noruega, las nubes llenas de agua congelada habían escondido al sol de mis ojos por completo. Ver el cielo tan limpio y puro después de tantos días me causaba una peculiar sensación de sosiego, pero a pesar de ello, el frío noruego seguía siendo tan despiadado y profundo como siempre, por lo que mis extremidades no podían evitar temblar un poco.

-¿Estás bien? ¿Tienes frío?- La voz de Rubius logró que finalmente mi mirada se desviara del cielo infinito. Posé mis ojos en su cuerpo al mismo tiempo que él se encargaba de cerrar la puerta de la casa con tranquilidad. Sonreí cuando me miró, y negué con la cabeza.

-Aún no me acostumbro del todo, pero creo que ya estoy desarrollando piel de noruego.- bromeé removiéndome sobre mis cómodas botas para nieve. Mis pies sí que estaban protegidos... el frío no lograría llegar a ellos tan fácilmente. Primero debería atravesar dos capas de calcetines superpuestos y el grueso cuero del calzado especial. Tal vez era un poco exagerado a la hora de abrigarme... pero no estaba dispuesto a sentir mis pies mojados. De sólo pensarlo me recorría un desagradable cosquilleo entre los dedos.

-Vale.- rió él colocándose con facilidad unos guantes gordos y de aspecto suave en sus manos.- Caminemos entonces.

Asentí con un leve movimiento de cabeza y luego suspiré, haciendo que un pequeño vaho se formara frente a mi rostro.

Personalmente, preferiría quedarme dentro de la casa junto a la cálida chimenea del salón y tomar más chocolate caliente, haciendo el vago y mirando una buena película o serie de televisión (aunque estuviese en noruego). Pero la madre de Rubius había insistido mucho en que diésemos una vuelta por los alrededores y que aprovecháramos el "buen clima". No estaba seguro de qué era un buen clima para los noruegos realmente, pero un grado bajo cero, por mas despejado que se encontrara el cielo, para mí no era un buen clima. En fin, al final terminamos cediendo, prometiendo que volveríamos pronto.

Comenzamos a caminar en silencio uno al lado del otro, escuchando sólo nuestros pasos por la nieve y el viento helado que zumbaba de vez en cuando en nuestros oídos. Para mi sorpresa, no éramos los únicos que habían salido esa media mañana; había varios vecinos que también estaban fuera de sus casas, quitando la nieve con enormes palas mientras que algunos niños jugaban a hacer simpáticos muñecos de nieve. Rubius parecía conocerlos a todos ya que los saludaba de vez en cuando desde la distancia, hablando un noruego fluido y natural que a mí me costaba muchísimo entender. El idioma no se parecía en nada al español. Parecía que tenía la lengua al revés cada vez que decía algo.

-Tío, deja de presumir y enséñame algo en noruego... anda.- pedí bromeando sin dejar de caminar a su lado. La verdad era que ya me había cansado de no entender nada.

-¿Qué quieres que te enseñe?- preguntó mirándome divertido.

-No sé... un simple "buenos días" me basta. Yo también quiero saludar a la gente, estoy cansado de hablar solo contigo y con tu madre. Soy de pueblo, me urge saludar a todo el mundo y no puedo.

-God morgen.- pronunció rápidamente.- No es tan difícil, es muy parecido al inglés. God morgen.- repitió esta vez más lento.

-God mo...

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora