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01 de julio de 2021

Querida Julia:

Hoy tuviste el momento de lucidez más largo que puedo recordar desde que estos comenzaron a escasear. Me sentí tan dichosa cuando tus ojos finalmente me reconocieron después de tanto tiempo; sonreíste como hace años solías hacerlo, tus maravillosos ojos brillaron como dos estrellas en la noche y una calidez repentina me embargó por completo. Te abracé feliz, teniendo mucho cuidado con tu frágil cuerpo, y te besé como si fuese la primera vez.

Hablamos un par de minutos de cosas tan sencillas que no logré entender por qué preferías hablar de eso en vez de algo más importante. («¿Estás comiendo bien?», «¿Qué libros has comprado?», «¿Cómo estuvo el clima hoy?».) Supongo que querías sentirte normal por un momento. Tus ojos se desenfocaron por un segundo, apretaste con fuerza mi mano cuando me volviste a mirar; mi corazón se arrugó al saber que ya te iba a volver a perder, y la calidez me fue abandonando poco a poco. Acariciaste mi mejilla con tu mano desocupada y me rogaste que te escribiera cartas, que te contara nuestra historia, y me prometiste que cuando la terminara, leerías todo y te harías la sorprendida al hacerlo, como si no supieras qué sucedería.

Así que aquí estoy, escribiendo la que será la primera de muchas cartas por venir.

Sin embargo, hoy no comenzaré nuestra historia; quiero verte dormir un poco más, apreciar los momentos que tengo a tu lado, antes de enfrascarme en mi memoria. Tengo muchísimos caminos por recorrer de nuevo, aunque esta vez estaré sola.

Con amor,

Isabel

Un minuto másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora