Epílogo

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01 de octubre de 2022

Querida señora Julia:

Hay que ver que ustedes nunca me lo hicieron fácil, sabe? Y ahora me toca lo más difícil entre todas las cosas difíciles. Sé que no tengo por qué hacerlo pero me parece lo más lógico. Si entre todas estas cartas está su historia, me parece que merecen un final. Lo que diré usted ya lo sabe, pues ya es noticia vieja donde sea que esté.

La señora Isabel falleció el día de ayer por la tarde. Estaba muy enferma y luego de agonizar un par de días, se rindió. Yo estaba con ella cuando pasó. Sus ojos estaban vidriosos y ella respiraba a bocanadas, el poco cabello que le quedaba estaba pegado a su sudoroso cráneo. Unas lágrimas surcaron sus mejillas y cerró los ojos con fuerza. Tomé su mano con preocupación.

—Déjeme buscar al doctor, por favor —le pedí, en un hilo de voz.

Ella negó con lentitud. Volvió a abrir los ojos y me miró fijamente, con seguridad.

—Diles a todos que los amo y que les agradezco estar siempre ahí. —Tomó una gran bocanada de aire, como si no le fuese suficiente—. Gracias, Ale, por todo; no te estanques, muchacho, busca siempre más allá. Te quiero mucho, hijo.

—Y yo a usted, señora Isabel —balbuceé, entre sollozos.

Ella retiró su mirada de la mía no sin antes apretar mi mano. Miró hacia la puerta y asintió, movió sus labios y aunque no escuché qué dijo sé que fue su nombre, señora Julia. Soltó un suspiro y dejé de sentir presión en mi mano. Un pitido llenó la habitación. El doctor Quiroga entró seguido de dos enfermeros que traían un carrito de paro. Apenas pasó la puerta, al ver a la señora Isabel pareció que alguien lo hubiese golpeado y dejado sin respiración. Los enfermeros prepararon la máquina y esperaron su orden.

—No —susurró él, se acercó tambaleante—. Tiene orden de no resurrección. Pueden irse —dijo, y apenas ellos cerraron la puerta se derrumbó.

No quiero recordar más cosas de ayer, fueron muchos llantos y lamentos. Prefiero quedarme con la sonrisa que tenían los pálidos labios de la señora Isabel, y me reconforta saber que por fin están juntas de nuevo.

Hasta la próxima vida, señoras Isabel y Julia.

Sinceramente,

Alejandro Vera


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Hace más de tres años empecé a escribir esta historia, y justo hace tres años y dos días comencé a publicarla aquí.

Han sido tres largos años, jamás esperé que sería tanto, ni que sería tan bien recibida como lo fue.

Gracias a todas esas personas que me leyeron desde las primeras cartas y siguen haciéndolo a pesar de mis largas ausencias; gracias a los que llegaron más tarde, y gracias a quienes se siguen uniendo. Gracias por acompañarme en la historia de Julia e Isabel y por amarla y sufrirla tanto como yo. Gracias a ti, querida persona lectora, por llegar hasta aquí.

Esta historia cambió mi vida en muchos sentidos, no soy ni de cerca la misma chica de dieciséis años a la que un día le llegó la idea que se convertiría en una historia de más de cincuenta mil palabras; gracias a Isabel y a Julia conocí al amor de mi vida, Cestef, a quien no esperaba pero llegó en el momento indicado.

No es fácil decirles adiós, aunque entiendo que llegó el momento. Y tampoco es sencillo escribir estas palabras, perdón si no lo hago muy bien, no lo había hecho antes.

Espero que nos leamos más pronto que tarde, y que me acompañen en las nuevas historias que andan revoloteando por mi cabeza.

¡Saludos!

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