XXXV

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29 de noviembre de 2021

Querida Julia:

Me huiste el resto de la cena, dejaste de participar como antes y yo sabía que si te dejaba ir, no hablaríamos más de esa carta, porque eras especialista en evadir las cosas (no más que yo, claro, pero eso era algo que no quería evadir). Mientras ayudaba a mi mamá a recoger los platos del postre, se me ocurrió la idea perfecta para hablar contigo.

—Julia —te llamé, con una pequeña sonrisa, alzaste la mirada temerosa—. ¿Qué te parece si te quedas hoy a dormir aquí y me ayudas a comenzar los preparativos de mi boda? —pregunté, y me fulminaste con la mirada cuando tu mamá aplaudió emocionada.

—¡Eso sería fantástico, Isabel querida! Así Julita ve cómo es todo para cuando llegue su hombre perfecto. ¿No te parece, cariño? —Te sonrió con una mirada que exigía que te quedaras a dormir en mi casa; tú sólo asentiste desganada y me sentí un poco (sólo un poquito) culpable.

Con amor,

Isabel

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