14 de febrero de 2022
Querida Julia:
Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.
Comienzo esta carta con un poema que me encanta en todas sus expresiones. Amor eterno de Gustavo Adolfo Bécquer.
¡Feliz San Valentín, vida mía!
Hoy salí temprano en la mañana apenas llegó Alejandro. Primero fui al cementerio en taxi (tardé más de lo previsto debido a las colas matutinas), compré un pequeño ramo de margaritas, otro de rosas y uno de lirios; después, caminé hasta la tumba de tus padres y estuve un par de minutos conversando con ellos, luego mi destino fue la de Adriano y Patricia, y en mi última parada, visité a Elías y a Inmaculada. Qué maravilla fue encontrarme a Laura y a Miguel en el recorrido; al igual que yo, llevaban un ramo de lirios en sus manos (mejor dicho, Miguel lo llevaba en su regazo mientras Laura empujaba su silla de ruedas); hablamos un pequeño rato hasta que decidí que debía irme.
—¡Yo la llevo! —insistió Laura.
—No, querida. Quédate con tu papá un rato más.
—Ay, señora Isabel, de verdad ni se preocupe. Vamos, vamos. Miguel y yo tenemos más cosas por hacer.
Acepté al sentirme un poco mareada y sin fuerzas. Eso me pasó por no haber desayunado bien. Nos dirigimos al carro de Laura en silencio, me daba un poco de tristeza tener que irme tan pronto, pero se me hacía tarde. Me dejaron en una floristería cerca de la casa, donde elegí un montón de flores mientras me hacían un corazón de flores; cuando estaba pagando todo, le pedí a la dependienta que llamara a un taxi y al salir, esté ya me esperaba.
Alejandro estaba sorprendidísimo al verme llegar con tantas flores. ¡Hubieses visto su cara! ¡Y la tuya! Primero recelaste un poco de mí cuando entré a nuestra habitación con una rosa blanca; me presenté, te conté un poco de mi vida y estuvimos hablando por varios minutos hasta que me agarraste más confianza.
—Me han dicho que tienes una sorpresa esperándote en la sala. ¿No te gustaría salir y verla?
—¿Una sorpresa? ¿Para mí? —cuestionaste incrédula.
—Sí, para ti. O eso imagino, pues hay una pequeña tarjeta con tu nombre.
Accediste a ir a lasala, así que llamé a Alejandro para que te sentara en tu silla de ruedas.Cuando viste todo lo que te compré, tapaste tu boca de la sorpresa y llorasteun poco; te tendí la tarjeta que había escrito en la floristería, donde poníatu nombre y el poema que anoté al comienzo de esta carta. Sonreístenostálgicamente y la apretaste contra tu pecho, dejando escapar un «te amo» deentre tus labios.
Con amor,
Isabel

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Un minuto más
RomanceCombinando el presente y el pasado, Isabel hilará los diferentes hechos de su vida para poder narrarle, a través de cartas, su historia a su amada; recorriendo viejos caminos, pero esta vez sin compañía. Historia destacada en el perfil @FiccionGener...