Un minuto más

Extra 1

06 de enero de 1965

Un rayo de sol se coló por un pequeño hueco que la cortina no cubría. Primero recayó sobre los oscuros cabellos de una joven, y a medida que los minutos pasaban y el sol se alzaba más y más en el cielo, la intensa luz se iba trasladando hasta llegar a los ojos cerrados de la mujer, quien frunció el ceño en su sueño y se acomodó mejor para abrazar a la persona que dormía a su lado; sin embargo, sentir ese incesante calor en su nuca la estaba sacando poco a poco de los brazos de Morfeo. Parpadeó un par de veces, intentando apartar el velo de sus ojos y regresar a la vida real; se movió un poco para estirarse, cuidando no despertar a su novia, y después se quedó con la vista fija en el techo, mientras los engranajes de su mente comenzaban a trabajar.

Unos minutos más tarde, decidió levantarse en silencio e ir a hacer el desayuno. Al día siguiente volvería su amiga Claudia junto a su esposo e hijos, y esa pequeña libertad que había tenido con su novia ya llegaba a su fin. Observó a la rubia que estaba durmiendo a su lado, tenía los labios entreabiertos y un pequeño hilo de saliva recorría la comisura de estos hasta llegar a la almohada. Sonrió levemente y le quitó un pequeño mechón de la cara, se quedó un par de minutos absorta en Julia, contemplándola, sintiéndose dichosa por tener a una mujer tan maravillosa a su lado. Quería hacerle una pequeña sorpresa, sin embargo, no sabía qué; no contaba con el dinero suficiente para llevarla al cine, ir a pasear por el parque lo podían hacer cualquier día, no sería bien visto si iban a cenar en algún restaurante, además de que tampoco tenía dinero suficiente como para no estar pendiente del costo de cada cosa que pedían... No obstante, la idea de la cena no era mala, pero ¿para qué salir y arriesgarse a malas actitudes de los demás? Sería muchísimo mejor hacer una cena en casa de los Quiroga, donde podían disfrutar de una intimidad por completo, y no estarían por fuera tan tarde en la noche.

Un movimiento por parte de la menor la hizo reaccionar y se levantó lentamente para no despertarla. Pasó por el baño para hacer sus necesidades, cepillarse y ponerse ropa de casa; después, salió en silencio de la habitación y se dirigió a la cocina. Se fijó en el reloj que estaba en la pared y vio que éste marcaba las 7:28 de la mañana; sabía que Julia se despertaría a las 8:00, ni un minuto más, ni un minuto menos, así que se puso manos a la obra. Picó unas fresas y un par de cambures, para ponerlos en un plato pequeño; luego, hizo un par de arepas rápido y, mientras éstas se cocinaban, exprimió varias naranjas. Estaba abriendo las arepas para ponerles dos rodajas de jamón y dos de queso cuando Julia entró a la cocina bostezando.

—Buenos días, mi amor —expresó Isabel, con voz cantarina.

—No me gusta despertar sin ti —murmuró la rubia, haciendo un puchero. La mayor se acercó a ella y la abrazó, como forma de disculpa—. Buenos días —añadió a los segundos, devolviéndole el abrazo y aspirando su olor, que la hacía sentir en casa.

—Ven, vamos a desayunar, ¿sí?

Julia asintió, volviendo a bostezar, y se acercó lentamente hasta agarrar la jarra del jugo que estaba en la nevera para llevarla a la mesa.

—¿Por qué nos estamos parando tan temprano? Yo quería quedarme abrazada a ti hasta tarde —comentó la más joven, al volver a la cocina para buscar los vasos y cubiertos, mientras Isabel terminaba de rellenar las arepas.

—Me gustaría que saliéramos a las diez, más o menos, para comprar las cosas que gastamos durante la ausencia de Claudia y Pablo; no me gustaría que llegasen y ella tuviese que salir a hacer mercado, deben de estar cansados luego del viaje desde Barquisimeto.

Julia se acercó a ella con una sonrisa y se inclinó levemente para dejar un beso en los labios de su novia.

—Te amo. Y me encanta que seas tan detallista con todas esas cosas.