8 de mayo
Mi segunda madre:
No quería que mi primera carta para ti fuese como va a ser esta, y te pido perdón de antemano. Sé que a Isabel no le va a gustar gran parte de lo que voy a escribir pero quiero ser sincero.
Me conmueve el hecho de que te escriba su historia en cartas, no sé cuántas llevará, me imagino que cientos, pues tienen un largo, complejo y bello pasado. No obstante, no estoy totalmente de acuerdo con esto, sé que lo usa como un mecanismo de protección, está buscando aferrarse de cualquier forma a ti y cuando mueras, no lo va a entender, no lo va a aceptar.
No sé si te lo ha dicho, y es que dudo mucho de que lo haya hecho, pero la realidad es ésta: estás muriendo, Julia, y más rápido de lo que todos queremos. El único riñón que tienes trabaja el 45 % de su capacidad, por lo que tenemos que dializarte cada día; ya no duermes, prácticamente, y no dejas que te levanten de la cama a no ser que sea necesario. Opino que poco a poco te estás despidiendo de todos, e Isabel no quiere entenderlo.
Sin ir más lejos, hace una semana tuvimos que hospitalizarte porque tuviste convulsiones. Isabel había notado que tenías fiebre y te quejabas de dolores de cabeza, lo relacionó con todas las fallas que tienes en general y no le dio mucha más importancia; de todas formas, me avisó y le dije que si al siguiente día seguías igual, te llevaríamos a la clínica para hacerte una resonancia.
No dio tiempo.
Estaba terminando mi turno cuando escuché la ambulancia, mi corazón empezó a latir con rapidez, yo no entendía por qué. Me acerqué al área de emergencias justo cuando te ingresaban acostada en una camilla.
—Julia Villarreal, 79 años, padece de alzhéimer en su última fase. Presenta convulsiones irregulares. Signos inestables. Se le inyectó una ampolla de clonazepam pero no hay cambios.
Escuché las palabras del paramédico mientras ayudaba al médico de guardia y te cambiábamos de camilla.
—Yo soy su médico, yo me encargo desde aquí —le informé a mi compañero, él asintió y se retiró.
Para resumirte un poco, las convulsiones fueron causadas por una inflamación grave en tu cerebro, que se originó por células muertas que se quedaron almacenadas ahí dentro, pues debido al alzhéimer ‒así como varias enfermedades neurodegenerativas‒, por decirlo de una forma sencilla, el proceso necesario para limpiar tu cerebro de esas neuronas muertas ya no se está llevando a cabo.
Contacté a varios neurocirujanos pero ninguno se atrevió a operarte, ya que les preocupaba que no fueras capaz de soportar la anestesia. Y les doy la razón, es bastante entendible, y luego de pensarlo por bastantes horas, llegué yo también a esa conclusión.
—Es muy peligroso para ella, señora Osorio, entienda, por favor —le pedí a Isabel, cuando le comuniqué que no iba a haber operación.
—No me importa, ¡eso la está matando! ¡Y no piensas hacer nada, Emilio, por Dios! —me reclamó.
La miré sorprendido. Desde que ella había decidido establecer esa norma de separar mi vida profesional de la personal, nunca la habíamos roto. Entendí que esto era más grave de lo que pensaba.
—Isabel.
Me acerqué a ella, estaba sentada en una silla al lado de tu cama y te tomaba de la mano.
—Si la sometemos a la anestesia, hay muchas probabilidades de que no vuelva a despertar. En nuestro afán de querer mantenerla aquí, le estamos haciendo más daño, Isabel. Piensa en ella, por favor.
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Un minuto más
RomanceCombinando el presente y el pasado, Isabel hilará los diferentes hechos de su vida para poder narrarle, a través de cartas, su historia a su amada; recorriendo viejos caminos, pero esta vez sin compañía. Historia destacada en el perfil @FiccionGener...