06 de diciembre de 2021
Querida Julia:
Sí, sí. Sé que fue muy cruel de mi parte haberte dicho eso aquel día, más sabiendo lo que sentías por mí; sólo... quería ver tu reacción, ¿vale? Aunque verla de lo que se dice verla no lo hice, pues entré al baño de una vez para cambiarme. Lo que sí puedo decirte es que tu actitud cambió un poco más para conmigo: te relajaste (imagino que se debió a mi comentario, con el cual creíste que yo iba a olvidar la carta) pero tus ojos estaban tristes, y no me gustaba verte así.
Apagamos las luces y nos acostamos. Sentía que querías decirme algo pero no te atrevías. ¿Cómo me daba cuenta? Respirabas profundo en un momento y al par de segundos botabas todo el aire, molesta; te conocía muy bien, Julia, aún lo hago, era imposible que me guardaras algo. Te movías de un lado a otro, y me estabas poniendo nerviosa. Yo estaba de espaldas a ti, así que no sabías que yo seguía despierta y estaba esperando a que hablaras. Minutos más tarde, al darme cuenta de que no me ibas a decir nada y tampoco podías dormir, me puse bocarriba y suspiré.
—O me dices lo que tienes en la mente o cuentas ovejas para dormir, por favor, Julia —murmuré, y diste un respingo de la sorpresa.
—Yo no tengo nada que decir —susurraste, mirándome.
—Pues resulta que yo sí. —Me senté en la cama y te miré—. Podríamos hablar de tu carta, ¿sabes? De lo que, según ella, sientes por mí; de lo que sientes en general; sobre lo que piensas acerca de mi boda. Hay muchos temas. Lo dejo a tu criterio.
También te sentaste mientras pasabas tus dedos por entre tu cabello, arreglándolo, y cerraste los ojos.
—Eso era privado. Me hice la confundida, aunque me imaginaba de qué hablabas—. La carta, la carta era privada. ¿No te enseñaron nunca que la correspondencia ajena no se toca?
No pude evitar reírme. Te cruzaste de brazos, molesta. ¡Qué tierna te veías, mi amor! Al ver que no dejaba de reír y los segundos transcurrían sin una respuesta de mi parte, me preguntaste exasperada:
—¿¡No piensas decir nada!?
—¿Qué quieres que diga? ¡Claro que me enseñaron que la correspondencia ajena es privada! Sin embargo, querida Julia, esa carta tenía mi nombre como destinataria; por ende, es mía, no tuya. —Reí más al ver cómo te desarmaba con mi argumento, te pusiste rojita, y me enamoré más, si era posible.
—No obstante —comenzaste a hablar, mirando tus manos en busca de una respuesta—, no te la había dado, así que... Así que no es tuya, sigue siendo mía —añadiste, con un puchero.
—¿De verdad vamos a discutir sobre de quién era la carta? —inquirí, con una sonrisa ladeada—. Me parece más importante debatir sobre su contenido, ¿sabes? Porque...
—Es mejor que lo olvides, por favor, Isabel —me interrumpiste, tu voz estaba entrecortada y no despegabas la mirada de tus manos—. Te vas a casar y es lo único que importa. Bórrala de tu memoria, esa carta no existe ni debió existir en algún momento.
—¿No te enseñaron que interrumpir a la persona que habla es de mala educación? —cuestioné, alzando una ceja—. Normas del buen hablante y del buen oyente, señorita Villarreal. No se interrumpe al que habla y, además, siempre se le mira a los ojos —expliqué como si estuviera dando clases.
Tomé tu mentón para que me vieras a los ojos. Los tuyos estaban cristalinos y denotaban una gran tristeza. Me acerqué más a ti, nuestras rodillas rozaban y el contacto era simplemente electrizante.
—Me parece más importante debatir sobre su contenido, ¿sabes? Porque... —repetí, mi cara se acercaba a la tuya, no podía evitarlo; quería sentirte, lo necesitaba— decidí darte esa oportunidad que tanto implorabas —susurré.
Abriste los ojos, sorprendidísima. Tus labios estaban entreabiertos y extremadamente tentativos. Sin apartar mi mirada de la tuya, seguí acercándome hasta que estos se rozaban. Quería besarte. No te alejabas, no sabía si era por el shock o porque también deseabas que te besara. Decidí que era la última opción. Sin decir una palab
Tengo que irme. Alejandro acaba de entrar a la cocina, donde estoy escribiéndote esto, y me dijo que no podía bañarte, te niegas a cooperar hasta que «la señora de pelo blanco» esté contigo. Prometo continuar esta carta pronto. Te amo.
Con amor,
Isabel
PD. No, mi amor, no nos besamos aquel día.

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Un minuto más
RomanceCombinando el presente y el pasado, Isabel hilará los diferentes hechos de su vida para poder narrarle, a través de cartas, su historia a su amada; recorriendo viejos caminos, pero esta vez sin compañía. Historia destacada en el perfil @FiccionGener...