27 de septiembre de 2022
Si le preguntasen cómo quería morir, sabía que lo que estaba viviendo no sería la respuesta. Siempre imaginó irse mientras dormía, tranquila, rodeada de sus seres queridos y, sobre todo, sin dolor; no obstante, ahí estaba, en la habitación de una clínica, con un montón de vías conectadas, prácticamente sin poder respirar o moverse por el dolor que eso le causaba. Al menos, no estaba sola; al menos, su esposa no estaba ahí para verla sufrir.
Cerró los ojos y se perdió en su memoria. Rememoró su vida. Recordó a sus padres y hermanos, y se lamentó por haber perdido el contacto con ellos, aun cuando no había sido exclusivamente su decisión; sin embargo, ahí estaba, tenía la mejor y más sorprendente familia que pudo haber imaginado jamás, que nunca la abandonó en ningún momento, por más duro que fuera. También recordó a su mejor amiga, quien le enseñó que se puede ser feliz a pesar de las adversidades, que se puede ser feliz hasta el final.
Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo, pero la realidad es que ella, bastante vieja, no sabía ni un cuarto de las cosas que se podían saber. Quería dejar una enseñanza linda sobre su vida a las personas que la habían conocido, sólo que no sabía cuál.
―¿Qué hice? ―se preguntó a sí misma en voz alta.
El joven pelinegro que estaba sentado en el mueble para las visitas alzó la vista desconcertado del libro que estaba leyendo y frunció el ceño.
―¿A qué se refiere, señora Isabel? ―inquirió.
Ella abrió la boca por la sorpresa, pues no recordaba que él estaba ahí con ella, acompañándola como siempre lo hacía. Se tomó unos segundos para pensar, antes de mirarlo con fijeza.
―Sí, hijo, ¿qué hice?, ¿qué les estoy dejando a ustedes?
―Usted hizo mucho, señora Isabel. No tiene ni idea de todo en lo que nos ayudó.
Ahora fue turno de la peliblanca de fruncir el ceño.
―Nos enseñó lo que es el amor incondicional, que es tan puro y perfecto; pero también, que el amor puede traer sufrimiento, aunque al final valdrá la pena.
―¿Todo se resume al amor en el final? ―cuestionó curiosa.
―El amor es lo que nos mueve, lo que nos hace querer ser mejores y construir un mundo mejor; por amor, hacemos todo. Así que sí, me parece que, al final, todo se resume a ese sentimiento tan maravilloso.
―Todo lo que necesitas es amor ―susurró, haciendo referencia a una canción antigua―. Pero a veces el amor no es suficiente ―añadió.
―Usted nos enseñó que sí lo es ―señaló una voz desde la puerta, volteó y vio a una joven pelinegra de ojos verdes apoyada en el marco―. Bendición. Perdón por interrumpirlos.
Isabel negó con suavidad.
―Dios te bendiga. Estábamos filosofando un poco. Eres bienvenida.
Alba sonrió y se sentó en una silla que estaba a la izquierda de la cama, tomó una de las manos de la mayor con cariño.
―Entonces, dices que el amor sí es suficiente ―retomó la ojimarrón―, pero para ti no lo fue ―apuntó.
Una sombra cubrió los ojos de Alba, algo que Isabel decidió pasar por alto y seguir con el tema, pues, al fin y al cabo, nadie se iba a molestar con una moribunda.
―No es lo mismo ―replicó secamente la pelinegra―. El amor no puede superar las mentiras ni los engaños.
―Lo que tú consideras como mentira y que no das la oportunidad de que se demuestre que no es así.

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Un minuto más
RomanceCombinando el presente y el pasado, Isabel hilará los diferentes hechos de su vida para poder narrarle, a través de cartas, su historia a su amada; recorriendo viejos caminos, pero esta vez sin compañía. Historia destacada en el perfil @FiccionGener...