04 de septiembre de 2021
Querida Julia:
No te escribí en agosto por lo ajetreado que fue. No fue un buen mes, mi amor, en lo absoluto.
El día que dejé la carta anterior incompleta se tornó inesperado. No terminé de escribir porque quisiera, sino porque no me quedó de otra. Un mal presentimiento me rondaba, por lo que escribía y te miraba, escribía y te miraba, para estar pendiente de ti. De un momento a otro, te quedaste inmóvil y comenzaste a convulsionar. Entré en pánico. Llamé a gritos a Alejandro y no recuerdo qué pasó después; cuando volví en mí, estaba sentada en una camilla del hospital y una enfermera revisaba mis signos vitales.
—No se preocupe, señora, todo está bien. Sólo entró en shock. —Sonrió amablemente.
Pero a mí no me importaba cómo estaba yo.
—¿Dónde está Julia?
Me miró confundida, al parecer no sabía de qué le hablaba.
—Julia Villarreal —insistí—, de seguro llegó conmigo. Ella... ella estaba convulsionando en casa, no sé por qué. —Comencé a llorar y a respirar de forma agitada.
—Le preguntaré al doctor, pero, por favor, cálmese. Ya vengo. No se mueva.
Las dos sabemos que no le hice caso. Tomé mi bastón, que estaba apoyado a un lado de la camilla, y me fui lo más rápido que mis viejas piernas me permitieron.
Encontré a Alejandro en la sala de espera, se levantó de un salto al verme y me abrazó con fuerza. Me asusté, Julia, me asusté tanto.
—Están tratando de estabilizarla, todavía no se sabe qué causó las convulsiones. ¿Qué sucedió? Estaba bien cuando me fui a buscar el helado. —Habló tan rápido que por poco no le entendí.
—No lo sé, no lo sé. Estaba tranquila, escuchando música; yo escribía. Y, de un segundo para otro... Sólo sucedió.
Mis lágrimas no dejaban de brotar. Me ayudó a sentarme en una de esas incómodas sillas, me abrazó otra vez y no me soltó hasta que llegó el doctor con paso lento.
—Ya está estable, la trasladaremos a un cuarto del tercer piso dentro de poco. Señora Osorio. —Me miró—. Necesito que me acompañe para terminar los registros y poder hospitalizar a su esposa.
Asentí y lo seguí en silencio. Recé para que todo estuviese bien. Una voz en mi cabeza me recordó que tenía que avisarle al doctor Quiroga, nuestro médico de cabecera, lo que te había sucedido, y así se lo hice saber a Alejandro apenas nos volvimos a encontrar.
Te pude ver dos horas más tarde, estabas sedada y la expresión en tu rostro me indicó que tenías lindos sueños. Alejandro entraba y salía de la habitación a cada rato, trayendo cosas para volver el lugar más acogedor para ti. El doctor Quiroga llegó entrada la noche y te hizo una rápida revisión, prometiendo volver al día siguiente.
Agosto pasó muy lento y fue el peor mes que hemos pasado desde hace algún tiempo. Me gustaría que no se repitiese de nuevo, pero puede suceder y no estoy preparada, Julia.
Tus riñones fallaron más, les siguió tu hígado. Creí que te me escapas de entre los dedos y no podía hacer nada para evitarlo. Me sentí tan impotente. Pasaste dos semanas en la UCI; como la visita era más restringida ahí, cuando no podía estar a tu lado, me la pasaba en la capilla rezando por ti. Los doctores perdían la esperanza poco a poco, no lo decían pero yo lo notaba. Recé y recé, sólo quería un minuto más a tu lado, un minuto eterno.
No puedo decir que ocurrió un milagro y mejoraste, porque no sucedió; lograron estabilizarte lo suficiente y, después de millones de ruegos, me dejaron traerte a casa. El doctor Quiroga viene todos los días y Alejandro no se separa de nuestro lado. Por los momentos, no has tenido una recaída grave.
No puedo perderte, Julia. No estoy lista.
Con amor,
Isabel
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Un minuto más
RomanceCombinando el presente y el pasado, Isabel hilará los diferentes hechos de su vida para poder narrarle, a través de cartas, su historia a su amada; recorriendo viejos caminos, pero esta vez sin compañía. Historia destacada en el perfil @FiccionGener...