LXXVIII

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20 de marzo de 2022

Querida Julia:

Sí, como ya habrás concluido, la primera vez que hicimos el amor fue el 6 de enero de 1965, uno de los días más felices de mi vida.

Nerviosas como unas niñas, nos dirigimos hasta nuestra habitación, donde nos besamos y nos fuimos quitando los vestidos poco a poco; no sabíamos qué hacer, sólo dejamos que las cosas fluyeran. No podíamos evitar reír cuando nuestros dientes chocaban por la intensidad de nuestros besos, o cuando nos caímos las dos en la cama de golpe por no tener cuidado. Quedaste embelesada al verme por primera vez ni nada que me cubriera, me sonrojé intensamente y recuerdo que te pregunté si todo estaba bien.

—Todo está perfecto —me respondiste sonriendo.

Comprendí lo que sentiste cuando yo te observé en la misma situación, tus pechos me hipnotizaron desde el primer momento y me costó muchísimo despegar la mirada de ellos.

—Eres hermosa —susurré lentamente, y fue tu turno de ponerte como un tomate.

Aquella noche nos fuimos descubriendo poco a poco, sin apuros. Acariciamos hasta el más recóndito de los rincones de nuestro cuerpo. Conté tus lunares; tú, mis pecas. Ninguna parte de tu cuerpo se salvó de mis besos. Nos entregamos completamente, nuestras almas se fusionaron como una sola.

Espero que me perdones por guardar los demás detalles en mi memoria, siento que plasmarlo en estas hojas no le hará justicia a ese momento; te prometo que cuando leas las cartas, te contaré todo.

Con amor,

Isabel

PD. Doy gracias a Dios porque los Quiroga no llegaran al día siguiente como estaba planeado. Habría sido difícil de explicar los platos sucios, las velas consumidas, las luces prendidas y que tú y yo durmiéramos hasta después de mediodía.

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