XCVII

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05 de mayo de 2022

Señora Julia:

Gabriela insiste en que no es necesario que yo le escriba una carta, pero deseo hacerlo. Sé que cuando nos conocimos no me porté bien, pero usted es una gran mujer que no merece pasar por lo que está pasando. Cada día le pido a Dios que encuentren una cura para el alzhéimer, de modo que usted pueda vivir sus últimos años siendo feliz junto a la señora Isabel. Nunca había visto un amor tan puro como el que se profesan ustedes dos, y es una lástima todo lo que sucede.

Si usted aún no ha muerto, señora Julia, es porque así Dios lo quiere. Él tiene planes para cada uno de nosotros, somos pequeñas piezas de algo más grande. Y sé que nunca dejaría que sufriera tanto en vida si no hubiese un propósito al final.

Me reconforta saber que pronto usted se encontrará con Él y nos cuidará desde allá arriba, esperando el momento en el que todos nos encontremos juntos como hermanos en el Paraíso.

Y no permitiré que la tristeza se apodere de su hogar, de sus seres queridos, porque sé que no es lo que usted hubiese querido, pues en verdad, nunca morimos, y tampoco permitiré que usted caiga en el olvido, así sea lo último que haga.

Me doy el placer de terminar esta carta con un bello pasaje de la Biblia.

Tesalonicenses 4:13-14

«Pero no queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como lo hacen los demás que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios traerá con Él a los que durmieron en Jesús.»

Atentamente,

Mauricio Torres

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