XXXI

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17 de noviembre de 2021

Querida Julia:

Contrario a lo que se esperaría, no me atrapaste in fraganti ese día; es más, tardaste diecinueve días en enterarte de que yo había violado tu privacidad. Cuando terminé de leerla, la dejé en el lugar donde la encontré, tal cual estaba, y me fui rápido de tu casa, diciéndole a tu mamá que me había recordado de unos compromisos pendientes. Salí con todas las palabras de la carta grabadas a fuego en mi mente, como si hubieses sido tú la que las escribió a pulso en mis pensamientos, y eso no estaba lejos de la verdad.

Al comienzo me dirigía a mi casa, pero desvié mi camino hasta el parque donde había hablado con Claudia años antes. Me senté en una banca, tratando de aceptar tus palabras, entenderlas. Me parecía increíble todo; si me lo hubiesen contado, no lo creería jamás, es decir, ¿tú enamorada de mí?, ¿tú?, ¿la misma persona que me rechazó antes?, ¿la chica que soñaba todos los días con su hombre perfecto? Bueno, a mi parecer tenía muchos argumentos para no creer ni una sola palabra.

No obstante, lo hacía, creía en cada una de ellas, aunque no quisiera. Los sentimientos que emanaban de ese escrito, de esas palabras, se sentían tan serios, tan confiados, tan reales, que no había forma de no creerte. Mi corazón saltaba de felicidad por saberse correspondido, pero mi mente me decía que eso no importaba ya, que yo estaba dirigiendo mi vida en el rumbo correcto y no debía cambiar eso.

«Oh, Julia. ¿Por qué a mí?», recuerdo haber pensado, dándome cuenta de que seguía enamorada de ti tanto o más que el primer día.

Con amor,

Isabel

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