XLVII

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01 de enero de 2022

Querida Julia:

¡Feliz Año Nuevo! Los fuegos artificiales decoran el cielo en estos momentos. Yo ya no estoy para esas cosas, prefiero quedarme refugiada en la cocina, con Ruffin a mis pies; él está acostado a mi derecha, acaricio su peluda cabeza y no dejo de escribirte esta carta. Tú... Tú ya estás dormida, prácticamente te acostamos apenas se hicieron las doce. Ahorita rondan las doce y media, y me haces una falta terrible. Si fuera por mí, no estaría aquí escribiendo esto, iría hasta el cuarto para acostarme a tu lado y dormir como solíamos hacerlo; sin embargo, entiendo que no es posible, no sé cómo reaccionarías si despertaras con alguien «desconocido» a tu lado.

Ruffin ha estado decaído estos últimos días. En años anteriores corría de un lado a otro, inquieto por el sonido de la pirotecnia, ladraba un montón y siempre estaba pendiente de su padre. Ya no es así, Julia. Me mira con sus ojos llenos de tristeza y sólo gruñe levemente cuando inicia una nueva ráfaga de explosiones. Los humanos pensamos que ellos no sienten lo mismo que nosotros, pero en estos momentos, estoy cien por ciento segura de que sí lo hacen; extraña a Crookshanks tanto o más de lo que yo lo hago, y no sé qué hacer para levantarle un poco el ánimo. Antes estaba con su papá en todo momento, sé que no debe ser fácil acostumbrarse a su ausencia. No quiero que le pase nada, mi vida; apenas va a cumplir tres años, es un cachorro.

Tú y yo no recibimos el Año Nuevo con los demás. Ellos estaban en la sala, escuchando gaitas6 y después, la cuenta regresiva en la radio, mientras que nosotras estábamos en el patio con Ruffin, observando las estrellas y con el ruido del interior de la casa como fondo.

—¿Siempre es así? —me preguntaste en un susurro.

— Así cómo? —Te observé interesada.

—La música, las bromas, la comida... ¿Es lo mismo siempre? ¿No varía nada?

—No, nada varía. Y nos vamos acostumbrando, ¿sabes? La cena a las nueve y media: hallaca, ensalada, pan de jamón y pernil; conversaciones con música de fondo, sintonizar una emisora a las once y media para esperar a que se hagan las doce... —Me quedé en silencio y bajé la mirada a mis pies—. Solía gustarte —añadí.

Te quedaste en silencio por un par de minutos.

—Sí, eso creo. —Suspiraste—. Algo me dice que fue así, en un tiempo muy lejano, pero ya no más, me aburre. ¡Hagamos algo!

—¿Algo cómo...?

Te encogiste de hombres frunciendo el ceño. Me lo tomé como un «no sé». Me centré en la música, la cual se detuvo de improvisto, no podía escuchar lo que decía el locutor pero me lo imaginaba: «Un minuto para las doce. ¿Están todos donde quieren estar? ¿Están junto a su familia? Treinta y un segundos. El año se acaba. ¿Tienen ya una lista para este nuevo año?».

—Julia.

—¿Sí?

—¿Puedo pedirte algo? —pregunté con timidez, acercándome a tu silla de ruedas.

—Claro, dime.

«Veintidós, veintiuno». «¿Tienen todos su copa de champaña con las doce uvas correspondientes?». «Faltan quince, catorce, trece, doce, once, diez,...»

—¿Puedo besarte? —Me sonreíste al escuchar mi pregunta.

—Siempre.

«Seis, cinco, cuatro,...». Me incliné mientras escuchaba el tres coreado en la sala. «Dos». Mis brazos te envolvieron y los tuyos me devolvieron el abrazo sin dudarlo, como hace tanto tiempo solías hacerlo. «Uno». Me susurraste al oído un «te amo». «Cero. ¡Feliz Año Nuevo!». Comencé a llorar y te respondí el te amo, mientras acercaba mis labios a los tuyos y dejaba un pequeño beso en estos. Dejé de abrazarte, los fuegos artificiales ya surcaban el cielo y tú te quedaste mirándolos encantada; aproveché tu despiste para quitarme las lágrimas de los ojos.

—¡Feliz Año Nuevo!

Todos salieron al patio, primero me abrazaron a mí y después a ti. Sé que no estuviste cómoda con eso, pero los aceptaste. El único que devolviste contenta fue el de Ligia. Quise tener una cámara y captar ese momento tan bello, tú y ella abrazándose con una sonrisa en el rostro. Al terminar de dar los abrazos correspondientes, ellos salieron a la calle para ver cómo los vecinos quemaban el Año Viejo; Ligia los acompañó sin dudarlo, quería ver todo de cerca. Estando ya solas, me acerqué a ti y te dejé un beso rápido en la mejilla.

—Quiero irme a dormir —me compartiste en un suspiro.

—Por supuesto.

Te llevé de vuelta a la casa, nos encontramos a Francisco y a Judith en el camino, ellos me ayudaron a ponerte la piyama y a acostarte en la cama.

—Que descanses, Julia —te dije, luego de darte las pastillas que debías tomar. Me regalaste una pequeña sonrisa antes de cerrar tus ojos y quedarte dormida—. Buenas noches.

Así que, aquí estoy, mi amor. Sentada en la cocina, tú durmiendo en nuestro cuarto y nuestra familia disfrutando de la pirotecnia. Presiento que éste va a ser un año muy curioso para todos nosotros.

Con amor,

Isabel

6 La gaita zuliana es un género musical original del estado Zulia en Venezuela, declarado Bien Patrimonial de Interés Cultural y Artístico de Venezuela. En algunas regiones de Venezuela y en las comunidades de venezolanos alrededor del mundo se relaciona con la Navidad. (Gaita zuliana – Wikipedia, la enciclopedia libre)

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