23 de julio de 2021
Querida Julia:
Estas dos semanas en la playa fueron magníficas, tuvieron sus altibajos, claro, mas no las cambiaría por nada. Estar en un ambiente distinto te hizo bien, tuviste unos pequeñísimos momentos de lucidez y eso me alegró un montón. No obstante, todo tiene un final y el de estas pequeñas vacaciones llegó. Mañana volveremos a nuestra rutina. Lo bueno es que Alejandro volverá a trabajar y estará con nosotras, no más Fernández insoportables.
Aprovechando nuestro último día aquí, les pedí que estuvieran pendientes de ti mientras hacía un recorrido por el lugar y por mis recuerdos.
La primera vez que vinimos fue en 1970, tu hermano apenas comenzaba a construir la casa, por lo que nos quedamos en una posada. Tus sobrinos, Andrés y Judith, con diez y dos años respectivamente, estaban felices de estar en la playa; nos rogaron ayudarlos a hacer un hueco en la arena, donde ustedes me enterraron más tarde, dejando sólo mi cabeza afuera; sí, Julia, te incluyo, porque estabas muy feliz ayudándolos a dejarme bajo la arena.
—¡Ay! —grité, al ver que no estaban dispuestos a sacarme de ahí en un buen rato, y tú me miraste sorprendida—. ¡Siento que algo se mueve aquí dentro! ¡Ah! ¡Me está picando! ¡Duele! —Los tres se dieron a la tarea de desenterrarme, asustadísimos, y cuando estuve libre de mi prisión, me les tiré encima para hacerles cosquillas—. ¡Venganzaaa! —exclamé.
Andrés se me escapó, rescató a su hermana y se fueron riendo, por lo que me centré en ti pero ante mi distracción, te sentaste en la arena y me mirabas muy molesta. Sonreí ampliamente y puse cara de ángel.
—Te odio —murmuraste.
—No, no lo haces. —Me acerqué y te abracé muy fuerte—. Es tu culpa por enterrarme viva y burlarte. —Miré a los lados, y como nadie nos veía, te besé rápido—. Vamos a nadar —pedí, juntando nuestras frentes, sonreíste un poco y aceptaste.
En aquel entonces sólo tuvimos dos días para escapar de la realidad. Supimos aprovecharlos muy bien.
Por otra parte, aquí fue donde, tres años más tarde, te dije que quería buscar una casa a donde mudarnos, porque no quería que fuéramos un estorbo para tu hermano y su familia; tardamos cuatro años en cumplir ese pequeño sueño, pero lo hicimos. Y también, aunque tiempo antes, en este lugar fue donde me pediste casarme contigo.
Es imposible que pueda olvidar ese día tan importante. 17 de febrero de 1971. Cumplía 34 años. Nos escapamos sólo nosotras dos, queríamos tener ese tiempo a solas que, por vivir con tu hermano, no se nos tenía permitido. En la noche, recién bañadas y con la piel roja por estar tanto tiempo expuesta al sol, fuimos a comer a un pequeño y lindo restaurante.
—Nos espera un regaño de parte de tu hermano —comenté, luego de que el camarero tomara nuestro pedido y se retirara.
Reíste y agarraste mi mano.
—Uno muy grande, pero valdrá la pena.
Sonreí porque tenías razón. Nos preocuparíamos por Adriano al día siguiente, cuando volviéramos a la ciudad.
—Me encantas —dijiste, cuando comíamos el postre—, no tienes ni idea de cuánto. Te amo. —Iba a responderte que también te amaba pero colocaste un dedo encima de mis labios, callándome—. Trato de imaginar una vida sin ti... No puedo, es imposible. —Respiraste profundo, estabas muy nerviosa y yo también me estaba poniendo un poco nerviosa sin saber por qué—. No me arrepiento de nada de lo que he hecho contigo. No me arrepiento de haber aceptado ser expulsada de mi familia cuando éramos jóvenes, porque lo hice por amor. No me arrepentiré nunca...
—¿Estás terminando conmigo? —te interrumpí, preocupada.
Reíste cerrando los ojos e inhalaste por varios segundos, tratando de calmarte.
—Todo lo contrario. —Abriste tus ojos y los fijaste en mí, brillaban con una gran intensidad y tu mirada me tranquilizó—. Aunque aún no esté permitido, quiero que te cases conmigo, no importa cuándo ni cómo; quiero formar una familia contigo si tenemos la oportunidad; no quiero que esto se acabe, jamás. Quiero que lo mío sea tuyo, más de lo que ya lo es. Quiero ser tuya de todas las formas posibles. Isabel Osorio, ¿querrías ser mi esposa? —Hablaste tan rápido que tardé un poquito en entender todo, pero, cuando lo hice, sonreí de oreja a oreja.
—Acepto.
Con amor,
Isabel

ESTÁS LEYENDO
Un minuto más
RomanceCombinando el presente y el pasado, Isabel hilará los diferentes hechos de su vida para poder narrarle, a través de cartas, su historia a su amada; recorriendo viejos caminos, pero esta vez sin compañía. Historia destacada en el perfil @FiccionGener...