06 de marzo de 2022
Querida Julia:
Menos mal Claudia había cocinado el almuerzo aquel día, porque, cuando llegué, no tenía ganas de nada. les comenté a las dos en un murmullo lo que había pasado y se mostraron más indignadas que yo; Claudia insistió en ir a hablar con el director, pero la detuve.
—Todo será peor. Quién sabe si busca la forma de encerrarme en la cárcel. Prefiero que nos quedemos tranquilas. —Ustedes me miraron disconformes.
—¿Pero por qué piensas que podría pasar eso? —me preguntaste confundida.
—Fácilmente puede inventar que yo soy una alcohólica que perjudica a los niños, que le robé al colegio, que soy una estafadora o, aún peor, que abusé de los pequeños —respondí con la mirada baja.
—Tiene razón, Julia. Y el hecho de que esté «enferma», según ellos, es más perjudicial —concordó conmigo Claudia—. ¿Quiere comer, Isabel? —inquirió, y yo negué, porque no tenía ganas de nada.
—No tengo hambre ahorita, Claudia. Gracias de todas formas.
Me dirigí al cuarto y me dejé caer en la cama, sin hacer ni el más mínimo esfuerzo para desvestirme y ponerme ropa de casa. Tú entraste segundos más tarde y sentí tu mirada, pero no me moví; te acercaste más y me quitaste los zapatos. Ese gesto me pareció muy tierno, teniendo en cuenta que seguías herida conmigo; luego, te acostaste a mi lado y tomaste mi mano.
—Todo irá bien, Isabel. Poco a poco todo mejorará.
Abrí los ojos y alcé un poco la cabeza para mirarte. Me sonreías con amor y acariciaste mi cabello con la mano que tenías desocupada.
—¿Me lo prometes? —pregunté como si fuese una niña, y sonreíste más.
—Te lo prometo. —Depositaste un beso en mi frente—. Me avisas cuando quieras comer, vida mía, estaré en la sala mientras tanto. Te amo.
No pude dormir, mis pensamientos no me dejaban tranquila y trataba de buscar soluciones, puesto que no podía esperar a que Claudia y Pablo nos mantuviesen por siempre; debía buscar trabajo y rápido, así que repasé mentalmente todas las escuelas de la ciudad, para hacerme la idea de cuánto tendría que caminar el lunes y prepararme psicológicamente. Más tarde, cuando ya me había calmado un poco, concluí que las cosas pasaban por algo y me levanté de la cama para ir a comer.
Tú, como me habías prometido, estabas en la sala leyendo un libro. Me acerqué lentamente y sucumbí a la tentación de jugar un poco contigo, así que te tapé los ojos y pegaste un brinco.
—Adivina quién soy —susurré en tu oído, y me fijé cómo los vellos del cuello se te erizaron.
—Uhm... Es muy difícil, ¿sabes? Es que hay tantas personas aquí en este momento —respondiste sarcástica, rascaste tu mentón como si estuvieses pensando—. ¿Claudia? —preguntaste, pero antes de que yo dijera algo, añadiste:— No, ella salió hace poco. Puedes seeer... ¿Isabel?
—¿Cómo supiste? —Me hice la sorprendida mientras destapaba tus ojos y me sentaba a tu lado.
—Yo lo sé todo —explicaste, encogiéndote de hombros.
Reí un poco y tú también. Me quedé viéndote por unos momentos mientras retomabas la lectura. Tu cabello estaba recogido en un moño, con unos pequeños mechones sueltos, y tus ojeras habían reducido un poco. Esperaba ver una pequeña sonrisa en tus labios, como era antes, pero no fue así; eso era una señal de que seguías molesta conmigo y lo entendía.
—Te amo —susurré para no desconcentrarte mucho.
—También te amo, Isabel.
Con amor,
Isabel
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Un minuto más
RomanceCombinando el presente y el pasado, Isabel hilará los diferentes hechos de su vida para poder narrarle, a través de cartas, su historia a su amada; recorriendo viejos caminos, pero esta vez sin compañía. Historia destacada en el perfil @FiccionGener...