Yatagarasu

564 45 6
                                    


Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

.

.

.

Fantasy Fiction Estudios presenta

.

.

.

El año de la felicidad

.

.

.

..

...

....

Yatagarasu

....

...

..

La lluvia caía con tal fuerza que doblaba las hojas y las ramas de los árboles. No había lugar donde cobijarse. Las antorchas apenas conseguían iluminar un pequeño círculo en torno a los guerreros que las portaban. Flechas incendiarias se veían cruzar como destellos el campo más allá del bosque. El joven samurái Ranma Saotome jadeó agotado, a cada paso hundía más sus sandalias en el lodo o resbalaba sobre las raíces y el musgo. Su hakama estaba empapado desde los tobillos hasta la cintura por debajo de la armadura, haciendo más lentos sus movimientos y más doloroso el frío. Todavía lamentaba haber cruzado a pie el río para emboscar a sus enemigos. El plan había sido perfecto, rodear el campo de batalla a través del bosque y asaltar a los arqueros enemigos por el flanco, mientras el grupo principal, liderado por Hibiki, lord de un pequeño feudo y aliado de su señor, avanzaba por la pradera llamando la atención del enemigo. Pero no contó con que el grupo liderado por Hibiki llegaría tarde a la batalla, lo que convirtió a su pequeño grupo de avanzada en el blanco principal del enemigo.

La situación se había tornado desesperada. Gosunkugi le rogó que retrocedieran, negándose a obedecer su orden de seguir adelante, incluso motivó el que algunos de sus hombres cometieran desacato y trataran de escapar de regreso al río, olvidando su honor.

Jamás le cayó mal Gosunkugi, el que, a pesar de ser hijo de un anciano señor de la guerra famoso en otra época, nunca tuvo lo necesario para convertirse en un guerrero. Todavía se arrepentía de haber tenido que matarlo, no porque sintiera lástima, sino porque era una espada menos de su lado. Mientras más agotado estaba, más sentía el haber desperdiciado fuerzas asesinando a sus propios hombres para mantener a raya a los insurrectos.

La lluvia, la oscuridad y la cobertura de los árboles le dieron cierta ventaja para reagrupar a sus fuerzas. Usando sus inusuales y astutas tácticas de combate, que ya lo habían hecho famoso y muy necesario para su señor, dividió a sus hombres en grupos pequeños que se esparcieron entre los árboles y, en plena oscuridad, esperaron al enemigo, que quiso cargar con sus caballos contra un ejército inexistente. Acechar, sorprender y asesinar con rápidos y silenciosos cortes de la espada, esa era la especialidad de sus hombres, por algo habían sido apodados «el ejército del cuervo», los mensajeros divinos que anunciaban la muerte. Ranma pensó que esos tipos eran unos ilusos si creían poder vencerlo en su propio terreno. Varias decenas de guerreros fueron derribados de sus caballos antes de siquiera percatarse de lo que los había golpeado por los costados, apareciendo sus hombres de entre el follaje y los arbustos, interceptándolos a mitad de la carga.

El año de la felicidad parte 2 (capítulos 201 en adelante)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora