El premio

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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El premio

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Ranma sentado en el piso de la sala con las piernas cruzadas, descansaba la mejilla en su mano apoyando el codo sobre la mesa. Tenía una mirada de resignación mientras observaba el pequeño escándalo que hacían los niños en la sala. Akane llegó trayendo dos tazas de té, dejó una frente a su esposo y se sentó a su lado doblando las piernas de forma recatada, tratando de sonreír de manera conciliadora.

—Es una pérdida de tiempo —gruñó Ranma cambiando la mano en la que apoyaba el rostro para girar la cabeza hacia ella—... y de dinero.

—Ranma, deja de protestar. Ya te pareces a tu padre quejándote por todo —respondió Akane—. Además, ellos se lo ganaron.

—¿A qué hora se me ocurrió desafiarlos? —se quejó Ranma haciendo como si no la hubiera escuchado—. Seguro que fuiste tú, ¡los ayudaste!

—Ranma, no empieces...

La mirada de poca paciencia de Akane hizo que Ranma retrocediera. Se volvió a mirar a los niños sin dejar de torcer la boca con un gesto obstinado. Su esposa suspiró, ¡era como tener a tres niños en casa!

Los pequeños daban gritos emocionados y se hablaban en un idioma que ninguno de los dos adultos entendía, todo mientras desempacaban con mucho cuidado, uno a uno, los componentes de su nueva consola de videojuegos. En pocos minutos ya tenían un revoltijo entre manuales, bolsas plásticas y las distintas capas de las cajas de cartón; todo lo dejaron allí tirado, preocupados únicamente en conectar los cables del aparato. El mayor era el que dirigía la operación, mientras su hermana menor leía el manual intentando darle instrucciones que él, por supuesto, se negaba a obedecer.

—Recuerden dejar todo ordenado después —indicó Akane a los niños con voz autoritaria.

—¡Sí, mamá! —respondieron ellos a coro, pero casi sin prestarle atención a su madre, muy concentrados en lo suyo.

—Van a destrozar la televisión —advirtió Ranma en un tono casual, sin poder ocultar del todo su molestia.

Akane se sonrió por lo inmaduro que era su esposo.

—Ranma, tú se los prometiste, ahora no te quejes por no saber perder ni siquiera contra tus hijos...

—¡Yo no perdí! —Ranma dio un fuerte golpe contra la mesa, pero Akane, precavida, ya había levantado ambas tazas para que no se derramaran por el berrinche de su esposo.

—Pues que te sirva de escarmiento —dijo Akane con seriedad, ella también comenzaba a estar molesta—. ¿Cómo se te ocurre subestimar a tus propios hijos?

—Yo ¿que...? No, yo no quise decir eso, yo...

—Lo hiciste, Ranma, y lo sigues haciendo al no dejar de reclamar, ¡eres imposible! ¿Cómo pudiste creer que no podrían terminar el año con excelentes calificaciones? —Akane lo miró de manera acusadora—. Jamás un padre debería pensar así de sus propios hijos.

—Mi padre lo hacía todo el tiempo conmigo... —murmuró Ranma entre dientes, pero nadie le entendió. Terminó gruñendo.

Miró a los niños celebrando cuando en la televisión se vieron las primeras imágenes de ese aparato del demonio, mientras entre ellos discutían cuál de todos los juegos —que él se vio obligado también a comprarles porque fue parte del trato—, pondrían primero. Ranma suspiró. Al final no pudo evitar sonreírse ante la alegría de esos dos pilluelos, sus hijos, los únicos que conseguían derrotarlo una y otra vez. Pero esta vez había sido diferente, él estaba seguro de que ganaría, sabía que su hija era buena en clases, pero su hijo mayor jamás se mostró interesado, por lo que creyó que tenía esa apuesta ganada.

El resultado le fue tan adverso que tuvo que comprarles para Navidad la consola de videojuegos que tanto querían.

De solo recordar la fila que tuvo que hacer bajo la nieve para conseguir ese maldito aparato se volvía a enojar.

—No lo entiendo, yo nunca fui bueno en clases, ¡¿de dónde sacaron esa maldita inteligencia?!

—¿Cómo que de dónde? —reclamó Akane—. Porque por suerte ellos también son mis hijos —agregó después con rostro altivo, bebiendo un poco de té con solemnidad.

Ranma abrió la boca para responder, pero no pudo decir nada. Para disimular tomó su taza de té y bebió un poco al igual que ella. Estaba bueno.

Los esposos se quedaron sentados uno al lado del otro, con las luces del árbol de Navidad en la sala iluminando sus ojos mientras sus manos se entrelazaban bajo la mesa. Ambos miraban a sus hijos reír y emocionarse ante el primer juego que estaban disfrutando juntos.

—Sí —susurró Ranma—, qué suerte que se parecen a ti.

Akane lo escuchó con sorpresa, sonrojada y emocionada, sonrió tímidamente. Su mano estrechó con más fuerza la de su esposo.

—Bueno, eso de nunca perder un desafío lo heredaron de su padre —replicó ella y le dedicó una de esas sonrisas que Ranma pensaba que cada año se volvía más hermosa—, es una de las muchas cosas por las que me enamoré de ti...

—Y también porque soy increíblemente apuesto, ¿cierto? —la interrumpió Ranma mirándola con seriedad.

—Ay, Ranma... —Akane puso los ojos en blanco.

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FIN

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Nota de autora: Una pequeña historia para mi esposo, sin el que este «año de la felicidad» nunca podría haberse cumplido. No dije qué consola era para que se imaginen la que más les gusta, pero les contaré un secreto: Noham es fanático de Playstation ;)

Muchas gracias a todos los que me leen siempre y comentan. Nos vemos mañana con el primer capítulo del gran especial de Navidad de El año de la felicidad.

Romina


El año de la felicidad parte 2 (capítulos 201 en adelante)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora