Agridulce

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Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Agridulce

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Shampoo se ciñó el abrigo para ajustárselo. Las calles estaban heladas a esa hora de la madrugada y la escasa ropa que usaba, las finas sandalias de tacón que dejaban los dedos al aire y las delgadas medias de seda no ayudaban a calentar su cuerpo. Solo quería volver a casa, comer algo caliente y acostarse en su desvencijada cama en el cuartucho que alquilaba para dormir sin sueños, despertarse a la mañana al otro día y poder continuar con su rutina de siempre, hasta que fuera la hora de salir a trabajar de nuevo.

Intentó apartar de su mente los recuerdos de las horas pasadas. Apuró el paso. Era trabajo, únicamente trabajo, eso se repetía siempre, y se lo continuaría repitiendo cada día a cada hora mientras se acostaba con esos hombres para poder sobrevivir un día más. No era tan malo vender sexo, solo había que acostumbrarse a las manos ajenas hurgando en los secretos más íntimos del cuerpo, al aliento de desconocidos susurrando palabras ininteligibles en el oído mientras una se quedaba tendida de espaldas soportando con estoicismo las puñaladas de una carne no deseada. Si se daban grititos en el momento preciso incluso se podían ganar unos billetes extras por el buen desempeño, y eso Shampoo sabía hacerlo muy bien. Las técnicas secretas que había aprendido de su tribu le sirvieron mucho cuando fue empujada a ese trabajo de último recurso.

No, no era tan malo, si no se pensaba en ello.

Shampoo dejó de pensar, intentó recordar las pocas verduras que tenía en el refrigerador y cuánto arroz le quedaba en la despensa y si con eso podría hacerse una cena decente; todo mientras daba cada vez más rápidos pasos intentando no congelarse en el invierno de Tokio.

A una cuadra de la pensión donde se alojaba divisó la figura de un hombre de pie en la acera. Se arrebujó aún más en su abrigo y apretó el paso, seguro era un borracho trasnochado. Cuando pasó junto a él, el hombre le preguntó en un tono educado:

—¿Cuánto la noche?

Ella hizo como si no lo hubiera escuchado, y siguió de largo, pero el hombre insistió y algo en su tono la hizo detenerse.

—¿Cuánto por toda la noche?

Shampoo puso su gesto inocente y confundido y fingió, como siempre hacía, un tono de voz de niñita tonta.

—Sango ser muy cotizada, no poder pasar toda la noche con un solo cliente. Dos horas diez mil yenes, ¿sí?

Sonrió y agitó las pestañas para que el hombre picara el anzuelo.

—Te daré treinta mil por toda la noche, Shampoo —murmuró el hombre en chino, muy cerca de ella.

Shampoo levantó el rostro y lo miró a la cara por primera vez, el hombre giró hacia la luz de la farola y ella ahogó un gemido lastimero.

—¡...Mousse!

La rabia y la vergüenza se mezclaron dentro de ella. Tragó saliva.

—Te pagaré treinta mil, Shampoo —habló él, pausado—, sabes que no miento. Solo quiero...

—Acostarte conmigo —sentenció ella en chino, nerviosa, con rabia. Se pasó la lengua por los labios y trató de serenarse, luego sonrió maliciosa—. ¿Qué otra cosa? Descuida, te atenderé con privilegios, Mousse —agregó en tono cínico.

Echó una mirada al reloj de pulsera que llevaba.

—Son las tres —anunció—, puedo quedarme solo hasta las seis. Que sean veinte mil.

—Te daré los treinta —insistió Mousse observándola a los ojos con emoción, ella apartó la mirada—. ¿En mi casa?

—Nunca llevo a los clientes a la mía —aclaró Shampoo en un tono misterioso y coqueto, con la frialdad de la práctica adquirida en ese trabajo.

Mousse detuvo un solitario taxi que cruzó por allí y la hizo subir, dándole indicaciones al chofer. Media hora más tarde se detuvieron en un edificio de apartamentos. El muchacho le abrió la puerta y la condujo hasta donde vivía, en el piso tres. Shampoo se contoneó delante de él en sus tacones, Mousse la observó andar recordando el paso seguro y altivo que tenía antes la muchacha, cuando ambos eran solo unos adolescentes. Continuaba siendo hermosa, aunque su mirada se había opacado y ya no usaba esos colores vistosos en su cabello, que ahora era del negro normal de todas las mujeres chinas.

Aunque habían cambiado los dos, ella le seguía provocando el mismo efecto desconcertante, la misma locura abrumadora. Tenía que controlarse para no declararle su amor una y mil veces allí mismo.

Hizo pasar a Shampoo al departamento primero. Ella se quitó los zapatos de taco alto en la entrada y caminó lentamente por toda la estancia. Era un lugar agradable y minimalista. Había una pequeña sala, que se abría a una cocina y comedor. Por una puerta lateral se divisaba una cama muy bien tendida. No era lujoso, pero sí muy decente, y mucho mejor que su cuartucho con las paredes descascaradas y las cañerías asomando por los muros.

—Te ha ido bien —­comentó ella—. Mucho mejor que a mí.

Se volteó a mirarlo, Mousse también se había descalzado y se había quitado el saco de su traje, en ese momento se desabotonaba los puños de la camisa y se la arremangaba. El ambiente era tibio y agradable dentro del apartamento.

Shampoo se quitó el abrigo de forma sugerente, deslizándolo por su espalda y lo dejó caer al suelo. Su vestido de lentejuelas, que daba un brillo cambiante según desde dónde viniera la luz, quedó expuesto; en otra época había sido elegante y vistoso, pero estaba casi raído por el uso y pasado de moda, tenía la única cualidad de resaltar su figura y tener una amplia abertura en la espalda que la hacía muy apetecible. Cerró los ojos un momento, de espaldas a él, era momento de dejar la mente en blanco y concentrarse en el trabajo.

Volteó de nuevo a mirarlo, con una sonrisa invitadora.

Mousse pudo descubrir en sus ojos que la vida ya no guardaba ningún secreto ni ninguna sorpresa para Shampoo, y esa desesperanza palpable lo hirió profundamente.

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continuará

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Nota de autora: Según mis cálculos esta será una breve historia de tres partes (y en caso de que se alargue no será de más de cuatro). El nombre que usa Shampoo para trabajar, Sango, es porque así traduce Google al japonés la palabra «coral», y he visto que al nombre de Shampoo le dan ese significado. Pero no estoy tan segura porque en realidad Rumiko usaba un juego de palabras, pero me sirvió para inventarle un nombre en esta historia.

Muchas gracias a todos los que leen por su apoyo constante.

Nos vemos mañana.

Romina

El año de la felicidad parte 2 (capítulos 201 en adelante)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora