El año de la felicidad parte 2 (capítulos 201 en adelante)

El salvaje este (parte 8)

Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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El salvaje este

(parte 8)

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—¡¿Viste eso, Genma?! —exclamó Ranko emocionada mientras iban por el pasillo rumbo al camerino—. ¡Nos amaron!

El panda movió los brazos y la boca mientras farfullaba.

—Sí, tú estuviste muy bien... hacer que Kodachi mordiera el suelo fue una buena jugada —Ranko rio—. Supongo que ahora nos despedirá, pero se lo tiene merecido esa hiena gordinflona.

El panda dio gemidos, agitando los brazos.

—Claro que me acuerdo que te prometí un filete —asintió Ranko—, pero aún nos queda una parte del espectáculo, y es mejor que la hagamos mientras Kodachi no recupera la consciencia, así podremos irnos a lo grande. Tomemos un poco de agua y descansemos cinco minutos.

Ranko y el panda cruzaron junto a la puerta del camerino de Kodachi, que estaba entreabierta.

—... Por eso me interesan las Tendo —decía Kuno en ese momento.

—¿Las Tendo? —murmuró Ranko.

Le hizo un gesto al panda y se pusieron uno a cada lado de la puerta, recostados a la pared, intentando escuchar lo que se hablaba dentro de la habitación.

—¡No puede ser! —chilló Kodachi—. ¿Unas pueblerinas como ellas dueñas de una fortuna como esa?... ¡No es justo! —lloriqueó.

—No te preocupes, mi querida —la reconfortó Kuno—. En cuanto me case con alguna de ellas ese terreno será mío y podré buscar dónde ese viejo enterró su tesoro. Luego me lo llevaré y podremos comprarnos alguna ciudad en la parte que más te guste de Japón.

—Quisiera una ciudad grande y agradable con vista al mar —dijo Kodachi con aire soñador—, donde pueda poner mi teatro y convertirme en una estrella.

—La tendrás, mi pequeña, la tendrás —aseguró Kuno—. Nos quedaremos con todo el dinero, ¿qué mejores administradores que nosotros? Después de todo las Tendo ni siquiera lo están aprovechando, es un crimen no darle un uso noble más noble a tantas riquezas.

Ambos hermanos rieron con ganas.

—¿Podrá ser verdad que esas tontas no saben que viven sobre un tesoro tan grande? —dijo Kodachi—. Ah, ¡qué desperdicio!

—Las pobrecillas son simples mujeres de pueblo sin una ejemplar guía masculina, como la mía, ¿qué se puede esperar? —rio Kuno.

Su hermana lo acompañó en la risa.