El año de la felicidad parte 2 (capítulos 201 en adelante)

Carta de amor en un okonomiyaki

Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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Carta de amor en un okonomiyaki

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Ukyo pasaba el paño por la barra del pequeño restaurante de okonomiyakis con la mirada ausente, perdida en lo que se veía tras los cristales de la puerta de entrada. Los copos de nieve caían y la nieve se acumulaba en las calles y cerca de las entradas de las casas y los comercios.

Suspiró. En momentos como aquellos extrañaba mucho su antiguo hogar en la región de Kansai donde el invierno era severo, pero abrigado por un otoño agradable y donde luego se abría a una primavera esplendorosa, que era la mejor época para vender okonomiyakis. En cambio, allí en Niigata, la nieve y el frío parecían dominar durante todo el año y en los pocos meses de calor y buen tiempo, los habitantes aprovechaban para salir a disfrutar del sol, como si pudieran guardárselo en la piel para cuando el invierno atacara otra vez.

Ukyo volvió a suspirar. El frío envolvente de aquella ciudad la dejaba siempre melancólica, y en aquel momento, la hora más floja del día para su negocio, la soledad la abrumaba. Recordaba y añoraba su vida en Tokio, las aventuras y las locuras, extrañaba a sus amigos de aquellos tiempos. Extrañaba...

Ukyo negó con la cabeza. No debía pensar en eso. Aquello no tenía futuro. Ella había tomado la decisión correcta, eso se repetía cada día, intentando justificar un arranque de locura que la había llevado hasta esos parajes. No se arrepentía, pero a veces, solo a veces, como en esos momentos vacíos y helados, deseaba que las cosas hubieran sido diferentes.

La puerta del local se abrió y algunos copos de nieve alcanzaron a entrar, junto con una ráfaga de viento frío que hizo que Ukyo tiritara. De inmediato fue a un rincón a subir el termostato de la estufa.

—Qué clima horrible —comentó de espaldas al cliente—. Lo atenderé en seguida.

—... ¿Ukyo?

Era la voz que ella más añoraba y temía escuchar al mismo tiempo. Sus labios temblaron mientras levantaba el rostro y giraba lentamente. Al voltear lo descubrió tal y como lo recordaba, con la mochila de viaje al hombro y la pañoleta en la cabeza, que ahora era de color rojo. Sus ojos brillantes y soñadores eran los mismos, pero más maduros, igual que todo su rostro, que se oscurecía ligeramente por una sombra de barba.

—Vaya... Ryoga —comentó ella aclarándose la garganta.

—Ukyo, tú.... —a él también le costó hablar por un momento, sus mejillas se tiñeron de un tímido sonrojo—. No volví a verte, te fuiste de Nerima.