El año de la felicidad parte 2 (capítulos 201 en adelante)

La culpa es del tiempo

Ranma ½ no me pertenece.

Mas en momentos de desasosiego quisiera ser como Rumiko y portarme mal con los fans.

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Fantasy Fiction Estudios presenta

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El año de la felicidad

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La culpa es del tiempo

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Confío en que te encuentras bien, Ranma. Sé que escribir no es lo tuyo pero intenta hacerlo, leer tus palabras me hace tanto bien como poder escuchar tu voz, aunque sea con semanas de diferencia. No quiero pensar que un día pueda ocurrirte lo mismo que a Ryoga.

¿Qué haré entonces, Ranma? ¿Cómo podré...

Una lágrima cayó sobre la carta, mojando la hoja. Luego vino otra. Akane dejó el lápiz a un lado y se quedó mirando los borrones negros de la tinta diluida por el agua salada. Había intentado ser fuerte, pero ya no podía. Allí, encerrada en la soledad de su habitación, podía desatar la angustia que sentía por no haber recibido noticias de Ranma en tanto tiempo.

Siempre intentaba enmascarar su dolor cuando le escribía cartas, o cuando hablaban algunos escasos minutos por teléfono. Intentaba contarle cosas alegres, si es que eso era posible en esos tiempo, le hablaba de cosas triviales para que por un momento él pudiera vivir alejado del horror de la guerra; ese era su trabajo como su esposa, ser su apoyo, cuidar su alma y su corazón puro de mancharse en el campo de batalla.

Pero estaba cansada de fingir y de poner sonrisas en su rostro cada vez más deprimido. Desde lo de Ryoga, Ranma estaba más taciturno que de costumbre, aún más cerrado, sin decirle ni una palabra de lo que ocurría en su día a día. La situación había comenzado a ser insostenible para ella cuando las llamadas de Ranma se espaciaron todavía más de lo exiguas que ya eran y ya no llegó ninguna carta de su parte al dojo. Akane vivía temerosa, con el recelo cada vez que un auto cruzaba frente a la puerta, dando un sobresalto cada vez que sonaba el teléfono. Sus hermanas siempre le repetían que si algo malo había ocurrido le avisarían de inmediato, que aquel silencio de parte de Ranma solo podía significar que estaba en alguna misión completamente secreta, o que lo habían trasladado.

Palabras, puras palabras que no calmaban el corazón de Akane, y mucho menos ayudaban a apaciguar su angustia. Intentando aferrarse a la esperanza, no había dejado de enviarle cartas a Ranma casi a diario, alentándolo con frases dulces, regañándolo a veces con ternura solo para que él sonriera un momento al leerlas, siempre conteniéndose, soportando aquel peso en su corazón, hasta que finalmente había hablado a través de la pluma, vertiendo en la carta sus verdaderas inquietudes.

Akane se pasó el dorso de la mano por el rostro, limpiándose las lágrimas, y sorbió por la nariz, inhalando después profundamente. Debía aguantar un poco más, debía tener fe en Ranma, él había prometido que volvería, sano y salvo, y su esposo siempre cumplía sus promesas.