84•Avaricia

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—Margo —insistió Spencer tras pasar cinco minutos observándola atentamente mientras ella leía el libro que estaba en sus recogidas piernas. —Dime algo, lo que sea, grítame, regáñame, golpéame si así te vas a sentir mejor, pero di algo, haz algo. —Esperó alguna reacción pero no obtuvo nada, ella ni siquiera pestañeó. —Por favor —le pidió suavemente.

—Ve a casa. —Fue lo único que los labios de Margo mencionaron. El muchacho suspiró y chica despegó un poco los ojos del libro para verlo unos breves segundos.

—No iré a casa, no iré a ninguna parte hasta que al menos hablemos de lo que pasó.

Ella cerró el libro y se puso de pie, lo había terminado y quería continuar su racha de tres libros diarios. Caminó hasta la repisa que estaba cerca, guardó el libro y sacó otro, cuyo título era Antígona, nada parecido a lo que solía leer en su día a día.

—Antígona muere —le dijo Spencer y ella lo observó casi diciendo "enserio". —Te la puedo contar si quieres. —No esperó su respuesta y solo comenzó a narrársela rápidamente. —Antígona es contraria a la ley promulgada por Creonte, le parece injusta e impía y considera un deber sagrado, por encima de las leyes de los hombres, el dar sepultura a su hermano muerto. Por eso decide intentar enterrar a su hermano, pese a que su hermana Ismene le aconseja que no lo haga, por temor a que el peso de la ley caiga sobre ella. Los guardias sorprenden a Antígona enterrando el cuerpo de Polinices, la apresan y la llevan ante Creonte que castiga esta desobediencia con la pena de muerte. Antígona es llevada a una cueva y encerrada allí hasta el día de su muerte. Hemón, hijo de Creonte y prometido de Antígona, suplica a su padre que le perdone la vida a Antígona, pero Creonte se niega. Hemón visita a Antígona, pero ésta se ha suicidado. Hemón también se suicida junto al cuerpo de su prometida, antes de que Creonte pueda evitarlo. En palacio, la mujer de Creonte y madre de Hemón, Eurídice, se entera por un mensajero del suicidio de su hijo y ella mismo se suicida. La tragedia termina con el lamento de Creonte, que se considera responsable de las muertes de su mujer y de su hijo. —Ella lo observó unos segundos, luego inspiró profundamente tratando de relajarse y no permitir que lograra arruinarle sus lecturas, por lo que sacó otra tragedia griega y la ocultó pero el muchacho de todos modos la vio. —Todos mueren, Laertes, Hamlet, la reina, el rey Claudio, Polonio, todos —insistió y ella sintió ganas de gritarle, eso esperaba él, una reacción, le daba igual el tipo, solo quería que dijera algo. Margo dejó de mala gana los libros y tomó otro, uno bastante peculiar, uno que hizo que Spencer sonriera, ambos sabían de qué se trataba el libro. —"Amores que matan" —dijo el nombre en voz alta. —Ambos sabemos de que se trata ese libro, lo leímos para la clase de literatura latinoamericana. —Ella lo abrió y ojeó el índice, Spencer se puso de pie, caminó lentamente hasta ella y la observó. —¿Quieres que te lo lea? —le preguntó pero ella solo le pasó el libro abierto y caminó lejos de la sala sin llevarse las flores que le había traído el muchacho.

Spencer iba a cerrar el libro sin más, pero leyó la página en la que estaba abierto, era el inicio de un capítulo y este se llamaba "Amor, cruel amor, ¿Porqué me matas?". Siguió a Margo con la vista y la vio entrar a una sala que estaba al frente, era más pequeña y no se podía ver hacia adentro. Él salió siguiendo sus pasos mientras llevaba el libro en sus manos, abrió la puerta y la muchacha estaba en su cama, acostada en posición fetal aún con los anteojos puestos, observaba la pared de enfrente, estaba pintada recientemente  con algunos acrílicos, no estaba terminado, pero era un universo, se notaba por las diferentes nebulosas, las estrellas muy bien logradas, y la silueta de un planeta reconocible a los ojos de cualquiera, era la tierra.
Se sentó en el espacio vacío de la cama y estiró la mano acariciándole el costado del cuerpo.

—¿Que no está prohibido pintar en las paredes? —le preguntó con una leve sonrisa pero no se inmutó, tampoco le prestó atención, su mirada estaba perdida en la negrura del vacío. —When the night —canturreó Spencer. —Has come —prosiguió en un tono suave. —And the land is dark. —Pasó las yemas de los dedos por el lomo del libro sintiendo las arrugas bajo su tacto. —And the moon is the only light we'll see.

119 Días Antes [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora