1°Hipocresía

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Vaya. Han pasado menos de 119 días desde que todo esto comenzó y partió de una manera tan sencilla, tan abstracta que nadie jamás pudo imaginarse lo que ocurrió del todo. Algunos a esta altura ni siquiera están vivos para contarlo, pero yo si, y no sé si es algo bueno o algo muy, pero muy malo. Claro está, depende del punto de vista que cada uno tiene.

Recuerdo que volvía de hacer las compras en una tarde de primavera soleada, el viento corría con sutileza y los aromas tropicales comenzaban a inundar el aire. Recuerdo que hacía calor por lo que para evadirlo un poco bebía una soda refrescante que me recorrió la garganta antes de bajar a mi estómago. Cerré los ojos un momento mientras iba caminando por la calle que colindaba con la que estaba cerca de mi casa. Inspiré y sentí el aire pesado, en ese momento no pude dintinguir qué cosa era, pero ahora supongo que así olía el principio de la destrucción global masiva. Era un aroma que me es muy difícil de explicar, para algunos (por lo que recuerdo) era el polen mezclado con los característicos olores de la primavera, pero para mi siempre tuvo un olor extraño, era como alguna especie de líquido mezclado con cacao, este último trataba de disfrazar el aroma del primero, y si lo hubiera sabido, jamás le hubiera regalado esas barras de chocolate a mi familia, mucho menos a mi pequeña hermana.

Llegué a casa, sonriente y contento porque había ido a comprar cosas que eran del gusto de todos allí. Mi pequeña hermana fue la primera en acercarse para poder registrar las bolsas, pero yo las elevé más allá de su altura para que no pudiera alcanzarlas, quise hacerme el gracioso como siempre lo hacía pero solo conseguí que mamá me diera una mala mirada como regaño.

Bajé las bolsas a la altura de Tessie y ella rebuscó ágilmente en el plástico su chocolate con relleno de frutilla —claro que ese no era su verdadero relleno— y en mi inocencia le pedí un trozo, ella se negó y no quise seguir insistiendo.

Fui a la mesa de la cocina para comenzar a organizar todo en la alacena y en el refrigerador, mamá se me acercó. Su expresión era la misma de siempre, sonriente, amable pero con unos cansados ojos por el trabajo que ejercía, sé que ser peluquera es algo que le encanta, pero muchas veces la veo disgustada en el salón queriendo acabar pronto con su turno e irse a casa para poder estar con nosotros, mientras yo le ayudaba a Tessie con la tarea que traía diariamente de la escuela.

—Spens —dijo ella queriendo sonar lo más suave posible.

Eso me advirtió algo, hablaríamos de algún tema que me causara dolor y que probablemente haría que yo me enojase, pero no con ella por tocarlo, sino por todos los recuerdos que aquello evoca en mi memoria, a veces son cosas que no quiero recordar pero me veo obligado a hacerlo por no ser desobediente.

—¿Podemos hablar? —preguntó.

—Claro —respondí relajadamente ya que yo no quería que la conversación comenzara mal.

—Pero necesito que te sientes. —Me pidió ella viendo como yo me movía de allá para acá con cosas en las manos para alivianarle el trabajo. No quería que tuviera que ordenarlas ya que hace poco había llegado del trabajo.

—¿Para qué?— inquirí confundido mientras pasaba las manos por mis jeans para quitarle esa extraña sensación que comenzaban a tener.

—Para que no te tome por sorpresa.

Ella se dejó caer en la silla y torpemente yo hice lo mismo, apoyé los codos en la mesa y le hice un ademán para que comenzara a contarme de qué barbaridad se le ocurriría hablar ahora.

—Hijo, tal vez te molestes, pero es necesario que lo conversemos, ya han pasado seis años desde que misteriosamente Margo desapareció...— la detuve en el instante hablando por sobre ella, no quería seguir con esto.

119 Días Antes [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora