37°Irrespetuosa

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—Hola —dijo mamá entrando a la habitación, se deslizó con suavidad hasta la silla más cercana. —¿Cómo estás? —preguntó observándome atentamente.

—Bien —susurré asimilando todas las pequeñas cosas como la manera en la que me preguntaba, como se sentaba y su presencia resultó ser serena y no escandalosa como estoy acostumbrada. —¿Puedo preguntarte algo? —dije mirando al frente tratando de no verla a ella.

—Claro pequeña, puedes preguntarme lo que quieras —me aseguró ella con una pequeña sonrisa.

—¿Cómo supiste que no era la otra Margo?. —Fruncí un poco el ceño sin entenderlo.

—Lo supe porque cuando entré a la escena tú estabas realmente tranquila y la persona que yo crié hubiera estado gritando, llorando y tratando de salir de allí a toda costa, tu dejaste que las cosas pasaran solamente- Asentí con la cabeza. —¿Puedo preguntarte algo yo?.

—Si —dije por lo bajo.

—¿Cómo es que en la otra tierra de donde tu vienes, con Richard somos tan malos padres? —preguntó con suavidad y yo solo tomé aire profundamente calmándome, ella no era la misma persona que me hizo daño todos esos años.

—Bueno la verdad es que yo no soy una persona de esas que fueron deseadas al nacer, la verdad es que soy simplemente un accidente. —Inspiré pesadamente. —Según mi mamá le arruiné toda su adolescencia ya que tuvo que hacerse cargo de mí, creo que en realidad no fue fácil hacerlo para nada porque yo comprendo que un bebé conlleva mucha responsabilidad sobre todo de los padres. Pero a pesar de eso nunca pensé qué toda mi vida iban a tener que atormentarme con el hecho de qué no fui querida por ninguno de los dos y que era culpa de un condón roto. —Ella me miró dulcemente y solo decidí hablar, necesitaba liberar mis sentimientos y tal vez así comience a sanar internamente. —Muchas veces cuando era pequeña esperaba tal vez un abrazo y una felicitación, no lo sé, por haber hecho algo bien, un trabajo, un informe, cualquier cosa, pero resulta que ante los ojos de ellos siempre hice mal las cosas, veían el lado negativo de absolutamente todo lo que hacía incluso si eso era hacer algo bien. Desde que recuerdo ellos eran adictos y alcohólicos no hace falta decir que jamás buscaron ayuda sin importar cuántas veces me golpearan o me violentaran pero de alguna u otra manera la policía nunca me creyó, además, muchas personas a mi alrededor decían que eran cosas que yo misma me buscaba que iba peleas, que armaba pleitos de la nada cuándo en realidad nunca fue así, sí, algunas veces puede ser que me haya salido de mis casillas pero no fui una hija problemática o con algún trastorno tan grave que necesitará ayuda desesperada. Creo que solo pedía algo de cariño. —Pude ver lágrimas en los ojos de ella y me sentí algo mal.

—Cariño, tu no tienes la culpa de nada. —Puso su mano sobre mi antebrazo y acarició la zona con las yemas de sus dedos. —Pero ¿Cómo es que escapaste de casa?.

—Hubo un día en el que me harté de todo, empaqué mi ropa en una mochila y usé mis ahorros para irme a una universidad cercana y me dieron una beca por las buenas notas —expliqué pasando con suavidad una mano por mi cabello ya que hace poco el médico había puesto un par de puntos allí.

—¿Y porqué medicina? ¿Porqué no leyes u oficial de policía?. —Frunció el ceño por lo que inspiré llenando mis pulmones de oxígeno.

—Porque muchas veces fui al hospital y volví a casa vi médicos que me atendían con suma delizadeza y cariño, solo quise compensarlo de algún modo. —Me alcé de hombros suavemente. Alguien golpeó la puerta por lo que Natalie se puso de pie y fue a abrir.

—Logan- murmuró ella sonriendo. —Si, claro. —Volteó hasta mi. —Volveré en unos minutos. —Natalie salió de la habitación y detrás de ella entró Logan sosteniendo un oso de peluche algo grande, era de color beige con detalles en café, sonreí solo por el hecho de lo absurdo que me pareció.

119 Días Antes [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora