XXXVIII. La Reina En El Septo

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Kings Landing

El Gorrión Supremo estaba de rodillas, como siempre. En aquella ocasión estaba rezando ante el altar del Padre. En lugar de interrumpir la plegaria por la llegada de la Reina, la hizo aguardar impaciente hasta que terminó. Entonces se levantó y le hizo una reverencia.

—Es un día caluroso, Alteza.

—Mucho. —no le agradaba en lo más mínimo ese hombre. Antes pudo ser un aliado valioso, pero desde que liberó a la Reyne demostró su rostro de traidor— No quiero ser impertinente, Santidad, pero...

—Me va a preguntar porqué dejé que Lady Lannister saliera del Septo —sonrió afable— Hablaremos de eso después, Alteza. Mis gorriones me dijeron que viene a ver a la Reina Margaery.

—Eso me encantaría, si usted lo permite.

Optó por unos modales humildes y sumisos; con aquél hombre eran los que mejor resultado le iban a dar.

—Cuando termine, vuelva a verme, hija mía. Tenemos que rezar juntos.

«Y hablar de la pequeña zorra de mi hermano.»

La Reina joven estaba confinada en uno de los torreones del Gran Septo. Su celda era pequeña y apestaba a orines rancios. La Tyrell no disimuló su desprecio al verla.

—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó, hostil.

—Vine a verte, incluso pedí que preparan ese estofado de cordero que tanto te gusta —una sierva aguardaba afuera, Cersei le hizo un gesto con los dedos para que pasara y dejara la fuente con la comida junto a la esposa de su hijo.

En cuanto la sierva se retiró, Margaery le lanzó el estofado a los pies.

—Eso debe estar envenenado. ¿Crees que no sé qué es culpa tuya que yo esté aquí?

«Por los siete infiernos.» Cersei compuso una expresión dolida.

—Te equívocas, hija. Lo único que quiero...

—... es a tú hijo, y sólo para ti. Nunca tendrá una esposa a la que no odies. Y gracias a los dioses, no soy tu hija. Largate.

—Te comportas como una idiota. Yo sólo trato de ayudarte.

—A ayudar a meterme a un féretro. Te he pedido que te largues. ¿Quieres que llame a mis carceleros para que te saquen a rastras, zorra manipuladora?

Cersei se recogió las faldas y la la dignidad.

—Seguro que estás pasando por mucho miedo, perdonaré tus palabras —allí, al igual que en la corte, no se sabía nunca quien podía estar escuchando— Yo en tú lugar también estaría asustada. A tu pobre hermano tal vez lo castrarán y matarán por sodomita, y a ti quizá te colgarán por encubrirlo... En fin, mi Reina, yo que tú rezará a la Vieja y a la Madre para pedirles sabiduría y misericordia. Mucho me temo que pronto necesitarás las dos cosas.

Cuatro septas de rostro arrugado la acompañaron en el descenso por las escaleras de la torre. El Septón Supremo la esperaba en su pequeña sala de audiencia de siete paredes. La estancia era modesta y sencilla, con las paredes desnudas y amuebladas sólo con una mesa de madera basta, tres sillas y un reclinatorio.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora