X. La Oscuridad

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El Norte
Puerto Blanco

Las veces que había pensado en Lorean, lo recordaba como el hombre que la salvó de la locura. Tenía muchos recuerdos suyos, pero la mayoría no eran más que fantasías que jamás sucedieron.

En realidad, el tiempo que pasaron juntos fue ralo: unos meses desde que la sacó de Kings Landing y la llevó con Renly; después, unas semanas en Nayland y tan sólo días en Harrenhal.

«¿De verdad sentí amor por él?» Se preguntaba una y otra vez.

No podía compararlo con Theon o con Robb, a ambos los conoció por años, vivió con ellos, se entrenó a su lado en un tiempo en el que no había guerra ni juego de tronos. «Éramos niños de verano, incluso cuando me reencontré con Robb, fuimos amantes de verano que no sobrevivieron, ni siquiera al otoño.»

Pero Lorean, antes Florian, nunca fue parte de esa infancia inocente. Él apareció para liberarla de una celda negra; le ayudó a matar a un hombre; iba a acompañarla al Norte, a reunirse con Theon como su princesa, traicionando así a su familia y al que debía ser su Rey.

Lorean no se esforzaba por sacarla de la oscuridad, al contrario, la acompañaba en el camino y la ayudaba a no tropezar en esa senda que él conocía muy bien.

Y era sólo en la oscuridad donde ambos podían entenderse, donde mezclaban sentimientos muy parecidos al amor. Porque cuando por fin hubo un atisbo de luz, cuando él le planteó dejar todo lo malo de Westeros para conseguir una vida nueva y diferente al otro lado del Mar Angosto; se fue, sin explicaciones ni despedidas. Desapareció una noche y no dio señales de vida hasta ahora, que aparecía en Puerto Blanco, cuando ella estaba inmersa en la oscuridad nuevamente.

Afuera del Septo el cielo era de un azul despiadado, sin una brizna de nube a la vista. La nieve de la mañana se había detenido y en su lugar, el sol amenazaba con brillar fuerte, esplendoroso.

Ellys avanzó por la pradera seca, hasta el primer establo que estaba del otro lado del muelle abandonado. Por ahí no transitaban personas, ni siquiera habían muchos caballos. Lo usaban para mantener seguro el heno y las semillas para las aves de corral.

El Lorean de sus recuerdos estaba sentado al interior del establo de espaldas a ella. Se había acomodado sobre un montón de paja vieja.

-¿Qué estás haciendo aquí? -preguntó ella, llamando su atención.

-¿Ellys? -él se puso de pie con dificultad, y parpadeó varias veces como si quisiera despertar de un mal sueño- Ellys... -repitió- De verdad eres tú... No sabes cuántas veces te vi aparecer en la puerta de mi celda, pensé que nunca podría volver a ver tu rostro...

«¿Celda?, ¿Quién lo tuvo en una celda?»

Lorean tenía la piel tan pálida como la un cadáver. Llevaba puesta la ropa limpia que le habían dado al llegar, pero el jubón le quedaba grande; tal vez le habría quedado bien la última vez que lo vio, pero ahora estaba mucho más delgado y demacrado. «Aún así es atractivo». Fue un pensamiento fugaz, vulnerable.

-¿Qué estás haciendo aquí? -volvió a preguntar.

-Tenía que volver contigo -respondió sin titubeos.

«No... No digas ese tipo de cosas, son peligrosas para mí.» Ellys retrocedió tres pasos para marcar la distancia entre ellos.

Pudo ver que Lorean tenía una herida que sobresalía por el costado de su cuello, y en sus muñecas, notó la marca oscura de las mordazas. Él tenía la vista puesta en sus labios. «Está viendo la cicatriz que Stevron Frey me dejó.»

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora