VII. Familia Y Deber

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Kings Landing

Cersei estaba de rodillas delante del altar de la Madre. El féretro de Joffrey estaba a los pies del Extraño, encargado de guiar al otro mundo a los que acaban de morir. El olor a incienso era tan denso que el aire se podía cortar; había un centenar de velas ardiendo, que elevaban otras tantas plegarias.


«Joff va a necesitar todas y cada una de ellas». Pensó Jaime.

—¿Quién es? —su hermana giró la cabeza. Después, cuando lo vio, preguntó— ¿Jaime? —Se levantó con los ojos rebosantes de lágrimas, pero no fue hacia él.

«Nunca viene a mí —pensó él— Siempre espera, siempre deja que vaya a ella. Ella otorga, pero yo se lo tengo que pedir».

—¿Por qué no pudiste salvarlo? —murmuró cuando lo tomó entre sus brazos— Mi hijo...

«Nuestro hijo.»

Cersei desvío la mirada hacia el ataúd de Joffrey. Habían vestido al rey difunto con una armadura dorada que recordaba a la de Jaime de una manera escalofriante. El visor del yelmo estaba cerrado, pero las velas arrancaban suaves destellos del oro, de manera que el chico parecía luminoso y valiente en la muerte. La luz de las velas jugaba también con los rubíes que decoraban el corpiño del vestido de luto se Cersei; hacia que parecieran llamas diminutas. El cabello le caía sobre los hombros, sin peinar, desarreglado.

—Él lo mató, Jaime. Me lo había advertido. Me dijo que un día, cuando me sintiera segura y feliz haría que mi alegría se me convirtiera en cenizas en la boca.

—¿Tyrion dijo eso? —Jaime no lo quería creer. A los ojos de los dioses y de los hombres, matar a alguien de la misma sangre era peor que matar a un rey. «El sabía que era hijo mío. Yo quería a Tyrion. Siempre fui bueno con él. Bueno, excepto en una ocasión... pero él no sabía la verdad acerca de aquello. ¿O sí?» —¿Por qué iba a matar a Joff?

—Por una puta, nuestro padre le prohibió que trajera a su ramera a la capital y él lo hizo. Yo lo descubrí y por eso me amenazó —le agarró la mano buena y la sostuvo entre las suyas— Me dijo que lo iba a matar. Joff lo supo. Tú lo viste, mientras agonizaba señaló a su asesino. Nuestro hermanito es un monstruo —besó los dedos de Jaime— Lo matarás, ¿verdad?, lo matarás por mí. Vengarás a nuestro hijo.

Jaime apartó la mano.

—Sigue siendo mi hermano —le agitó la mano de oro ante la cara, por si no lo recordaba— Y no estoy precisamente en condiciones de matar a nadie.

—Tienes otra mano, ¿no? Y tampoco te estoy pidiendo que derrotes al Perro en combate. Tyrion es un enano encerrado en una celda. Si se lo ordenas a los guardias te dejarán pasar.

—Tengo que saber más —la sola idea le revolvía el estómago— Tengo que saber como fue.

—Lo sabrás —le prometió Cersei— Habrá un juicio. Cuando señas todo lo que hizo, desearás su muerte tanto como yo —le acarició el rostro— Sin ti estoy perdida, Jaime —lo besó. Fue un beso ligero, apenas un roce de los labios sobre los suyos, pero cuando la rodeó con los brazos la sintió temblar— Sin ti no estoy entera, Jaime.

En el beso que él le devolvió no había ternura, sólo hambre. Cersei abrió la boca para dejar paso a su lenguas

—No —protearo débilmente cuando los labios bajaron hacia el cuello— Aquí no. Los septones...

—Los Otros se lleven a los septones... No has dejado que te toque desde que volví...

La besó de nuevo, la besó en silencio, la besó hasta que empezó a gemir... Entonces barrió las velas con el brazo, la subió al altar de la Madre y le levantó las faldas y las mudas de seda. Ella lo golpeaba en el pecho con puños débiles, murmuraba algo sobre el riesgo, el peligro, sobre su padre, sobre los septones, sobre la ira de los dioses... Jaime no la oía. Se desanudó los calzones, se subió al altar y le abrió las blancas piernas. Deslizó una mano por el muslo y le arrancó la ropa interior.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora