LIX. La Luna Sonriente

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Tierras De Los Ríos

A medida que se acercaban a Nayland, el mundo era cada vez más gris. Cabalgaron bajo cielos plomizos, junto a aguas que brillaban tan viejas y frías como una lámina de acero batido.
El ambiente era denso y cargado, el olor a humedad y prodredumbre les llenaban los pulmones.

«Había olvidado que este lugar era así.» Pensó Ellys.

El joven Alyn Blackwood era el único de sus guardias que marchaba con confianza. Ni siquiera Ser Collum lograba manejar bien a su caballo sobre el terreno pantanoso.

Desde que dejó el campamento a las afueras de Raventree, Ellys tenía la sensación de estar siendo observada, a través de los árboles y las ramas muertas que abordaban el camino. Incluso oía el crujido de algunas hojas secas detrás de ellos, pero al voltear, no había nada, ni nadie.

—Dicen que estas tierras están malditas —iba narrándole Alyn a Ser Farman— La sierva que cuidaba de mí y de mis hermanos, nos contó porqué este lugar es llamado "el Pantano de la Bruja". Dijo que hace muchos años, en la época en la que los Ándalos invadieron Westeros, un grupo de ellos llegó a una pequeña cabaña no muy lejos del castillo de Nayland —suavizó su tono, hablaba despacio como susurrandole esa leyenda a las criaturas ocultas— Ahí vivían una viuda y sus siete hijas. Los ándalos las violaron a todas, incluso a la madre. Varios meses después, las siete hijas murieron el mismo día, pariendo a los siete bastardos que los invasores les habían dejado. La madre tomó eso como una señal, los ándalos habían traído su Fe, adoraban a Siete Dioses y no a los árboles, entonces ella pensó que la muerte de sus hijas era un castigo de los antiguos dioses. Dicen que tomó a cada uno de sus nietos y les abrió las entrañas y trozó sus restos. Los guardó todos en una bolsa de tela y fue regando los cadáveres en siete direcciones, pensó que tal vez así, obtendría el perdón de los arcianos. Pero lejos de obtener perdón, los Siete la castigaron. Cada vez que la bolsa de cadáveres parecía haberse vaciado, encontraba un pedazo más, y luego otro, y otro. Pasaba días y noches esparciendo restos de entrañas y huesos, orando... Suplicándole perdón a los dioses, pero nadie la escuchó. Sólo la gente que pasaba por aquí oía sus lamentos.

Los caballeros del Oeste atendían al relato del joven sin interrumpirlo, estaban pálidos y nerviosos.

—Después de muchos años, ella dejó de pedirle perdón a los dioses... —continuó el joven Balckwood— Les pidió que le permitieran volver a casa. Y entonces ellos la escucharon. La bolsa quedó finalmente vacía, pero cuando trató de volver sobre sus pasos hacia la cabaña que compartía con sus hijas, se dio cuenta que los caminos estaban inundados de sangre y barro, que todos los restos que había regado por todos esos años, se habían transformado en pantanos de sangre, carne y tierra. Intentó en vano volver a casa... Al final, murió vagando en estas tierras, y su cadáver se unió al pantano, junto al de sus nietos.

—¿Y por eso la llamaban bruja? —preguntó Ser Algoot.

—No. Le pusieron lo de bruja porque como corrió el rumor de que estás tierras tenían algo maligno, muchas hechiceras empezaron a venir para realizar todo tipo de brujerías.

—Creo que alguna vez oí algo de eso —intervino Ser Farman— Mi madre era una Piper, ella me contó que según sus creencias. Todos los niños que nacían o eran engendrados en Nayland poseían ciertos "dones". Muchos de ellos malignos, podían ver el futuro como los verdevidentes, pero no tenían capacidad de intervenir.

«Yo fui engendrada en Nayland, tal vez por eso tengo esos sueños...» 

No hablaron más hasta que el sonido de tres sapos saltando hacia un charco de agua estancada los sobresaltó.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora