LXXXI. La Emperatriz

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304 dC (fecha referencial)

«Varios siglos atrás, se erguía sobre colinas doradas el imperio más grande que el mundo haya visto. Los dioses vivían y dormían en aposentos de oro, y eran adorados por todos los humanos corrientes.
El Emperador Opalo, Dios en la Tierra, hijo único de la Doncella de la Luz y el León de Noche, guiaba a los hombres con sabiduría y respeto hacia nada más que la gloria.
A su muerte, fue sucedido por su primogénita, la Emperatriz Amatista. Hermosa, fuerte y amada por todos. La Diosa Emperatriz siguió los pasos de su padre, llevando al mundo hacia la prosperidad y la luz. Se dice que tuvo cien hijos, todos ellos capaces de impregnar con desgracia u honeres, dependiendo el caso, todo aquello en lo que posaran sus manos.

En el Gran Imperio del Amanecer, las flores crecían incluso en las sombras, y la comida jamás escaseaba entre los vivientes.

Hasta que el Emperador Sanguinaria, hermano menor de la Emperatriz Amatista, celoso de todo lo que su hermana poseía fue contra ella y sus hijos. Asesinó a la Emperatriz y exilió a sus cien sobrinos a tierras tan lejanas que ni siquiera los dioses pudieron encontrarlos.

Decepcionada por el accionar de Sanguinaria, y por los hombres que le rendían honores, la Doncella de la Luz le dio la espalda a la humanidad. Y en su lugar, el León de Noche desencadenó su ira para mitigar la maldad de los hombres. Envió a la tierra miles de criaturas, portadoras de oscuridad. Seres sin memoria ni sentimientos, sólo capaces de traer muerte. El León de Noche quería destruir todo lo que habían construido para después, empezar de nuevo, en un mundo sin humanos, sólo de dioses.

Por largos años, la oscuridad se ciño a las fauces del Imperio, y se extendió por cada rincón en el que hubiera alguien respirando. Las criaturas humanoides emergían de la nieve, con los cuerpos cubiertos de armaduras de hielo; emergían de las aguas, con escamas verdes como las de un pez.
Los hombres trataban de defenderse, pero todo esfuerzo parecía inútil.

Entonces, desesperados por las súplicas de los humanos. Algunos pocos hijos de la Emperatriz Amatista se reunieron en las sombras. En un lugar maldito, donde ni animales ni plantas podían sobrevivir. Formaron un círculo alrededor de ellos, con su propia sangre como protección.
Conjuraron hechizos muy antiguos, enseñados por su madre. Y trajeron al mundo a dos criaturas muy distintas, capaces de contraatacar a los enviados del León de la Noche.

Para las criaturas de hielo, trajeron criaturas capaces de expeler fuego. Para las criaturas de agua, trajeron criaturas capaces de evaporarlos bajo los mares. Dos de los hermanos tomaron a las criaturas bajo su custodia, y pensaron que con ello sería suficiente para terminar con la larga oscuridad.

No fue así.

La oscuridad llegó a nuevos tierras, a nuevos continentes. Donde nuevos héroes trataban de apaciguarla. Ni siquiera las criaturas de fuego y agua creadas por los hijos de la Emperatriz pudieron contra ellos. Aún cuando estas nuevas criaturas de luz se reprodujeron y se expandieron por diversos lugares.

Al final, quien espantó la oscuridad fue un simple hombre. Azor Ahai lo llamaron algunos, pero también tuvo otros nombres Hyrkoon el Héroe, Yin Tar, Neferion o Eldric Cazasombras. En Yi-Ti se cree que fue uno de los hijos de la Emperatriz Amatista. Pero jamás tendremos certeza de ello.

Miles de años han transcurrido, y la oscuridad ahora ha vuelto. Hermanos traicionan a hermanos, padres a hijos, hijos a padres. Los dioses otra vez están enfurecidos. Azor Ahai espantó la larga noche, pero no la terminó para siempre. Las criaturas otra vez están aquí. Emergerán del hielo y del agua. Pero no al mismo tiempo. Deben saberlo... Esta vez no empezó en Essos... Sino en Westeros. Deben tener el arma adecuada para salvarse, para volver a espantar la muerte misma.»

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora