XXXIX. El Niño Que No Debió Nacer

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Tierras De La Corona
Rosby
304 d.C

«Es la celebración del nuevo año.» Supo al instante que su caballo se alzó sobre la primera colina de Rosby y la música de festejo de las callejuelas la golpeó como el viento costero.

«El cuarto día del nombre de mi Harwyn ... Otro que no  pude estar a su lado... Mi más querido hijo...»

El día del nacimiento de Harwyn, Ellys era prisionera de la reina y estaba encerrada en las oscuras celdas negras. Ahora, era prisionera también, de unos guardianes tan implacables como los capas blancas. No la tenían amordazada o encadenada, pero en todo momento le hacían saber que estaba bajo custodia de la Fe.

En el Red Keep, la septa Janice y los gorriones que la resguardaban, se deshicieron de los pocos vestidos que se habían quedado fuera de la mudanza a Roca Casterly. También desaparecieron los hermosos trajes que Lady Dorna Swyft, esposa de Ser Kevan, le había enviado desde el Oeste como consuelo por los días que la mantuvieron encerrada.

—El cuerpo de las mujeres incita la lascivia en los hombres. —Había dicho la Septa Janice antes de botar sus posesiones— La ropa nueva es una burla para los más necesitados, va en contra de la austeridad de los Dioses.

En lugar de sus brocados y sedas de Myr, le dieron tres sueltas túnicas de lana fina y cuello alto, y una capa marrón con bordes ribeteados.

La septa Janice también le recortó el cabello. Solía llevarlo hasta las caderas y ahora estaba poco más abajo de los hombros.

—El cabello demasiado largo es señal de poca modestia —le decía la mujer, mientras recortaba los mechones de rizos rojos.

Al verse al espejo, la mañana siguiente, no se reconoció. Sus vestiduras eran las de una pueblerina, y su rostro demacrado le daba aspecto de tener más edad de la que tenía.

«Tengo veintiún años.» Casi lo había olvidado. «Salí de Winterfell hace casi cinco, cuando aún era una niña... una niña de verano.»

Enamorada de Theon, casada con él, esperando a su hijo, con la amistad de Renly y Loras. Con Lord Stark, Sansa, y Arya, incluso recordaba con tristeza a Jory Cassel. Para entonces, sentía animadversión por todos los que llevaran el apellido Lannister.

«Yo también tenía otro apellido. Otro padre.» Pensó.

Todo eso había quedado atrás. Los norteños llevaban muertos varios años; Sansa y Arya estaban desaparecidas; Theon era un sirviente de los Bolton; Renly estaba muerto también y Loras encerrado, pagando un delito absurdo.

«Ya no me quedan amigos. Ni personas en quien confiar... Todos me han traicionado, hasta Brella...»

Su sentimiento por los Lannister había variado también con el tiempo. No deseaba mal alguno para Tommen; Ser Kevan la había apoyado mientras estaba en el Septo y aún después de salir de ahí. Incluso Lancel Lannister la había acompañado a rezar una vez, ahora era un gorrión, pero se mostraba más amable que sus compañeros.

«¿Cersei me habría odiado igual de haberme casado con Lancel como ella lo propuso?» Se preguntó aquella vez.

Y Jaime... Jaime era indescifrable.

Había enviado una carta para ella desde Dorne, uno de sus guardias se la tuvo que arrebatar de las manos a Qyburn, aquél maestre raro que conoció en Harrenhal, ahora, de alguna forma, se había ganado la confianza de  Cersei y le servía como mano derecha.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora