LXII. La Rama Más Débil

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Roca Casterly

Las puertas del castillo se abrieron para recibir a sus señores y a los soladados que los habían acompañado a la Tierra de los Ríos.

Ahí, en la primera fila, cubierta de finas pieles y con el cabello trenzado a modo de corona sobre la cabeza, estaba Ellys. Por un momento la imponente imagen de la joven, hizo que Ellyn recordará sus propios años de gloria.

Cada vez que volvía a la Roca después de visitar a su familia en Castamere, era recibida con ovaciones y halagos. Las mujeres del pueblo llano se acercaban a ella para darle obsequios; no importaba si eran tejidos simples, o panes recién horneados, ella recibía todo con gracia. Se sentía como una reina. «La reina del Oeste», le dijeron alguna vez. Y el título no le desagradó en lo más mínimo.
En secreto, solía pedir a los dioses la pronta muerte de su suegro, Gerold Lannister, para que de esa forma, su esposo Tion pudiera tomar las riendas de su casa. Tion controlaría el Oeste, y ella controlaría a Tion. Pero los dioses fueron injustos, se lo llevaron sin que pudiera, siquiera, poner un hijo en su vientre.

Al lado de Ellys, estaba Jaime Lannister. Tan atractivo como cualquier león de la Roca. Con los cabellos dorados escarchados con canas y la barba bien afeitada. Iba cubierto con una capa roja oscura, con bordes de hilo de oro e incrustaciones de rubíes. Tenía el porte de su padre, Lord Tywin; pero sus ojos no eran tan fieros como los del Viejo León.

El heredero de Tywin casi le doblaba la edad a Ellys, pero la joven estaba tan magullada que aparentaba tener diez años más de los que tenía; sonreía seguido, pero siempre con los labios cerrados para que la gente no pudiera ver los dos dientes que le hacían falta en la parte delantera de las encías. Además, su piel clara ahora era de un blanco casi mortuorio y tenía las ojeras tan marcadas que parecían golpes.
Poco quedaba de aquella joven bella que entró por las puertas de Nayland años atrás. Incluso Jeyne, a su edad, era más bonita que la hija de Alaric.

-¿Es mi mamá? -Harwyn corrió hasta el barandal para tratar de ver a los que llegaban.

-Sí, es tu madre -respondió Ellyn- Dile a tu sierva que te lleve a recibirla.

El niño la miró con una sonrisa y obedeció.

Ellyn sintió un poco de compasión por él. Era su familia, al fin y al cabo. Pero los años le habían enseñado que los hombres de su sangre, nunca tenían valía.

«Pero puede que haya una excepción.» Pensó.

Se quedó sentada en el salón de la torre, esperando a Ellys y a su marido. Pero el primero que entró fue el maestre Franket. Iba con una mujer vestida de ama de cría que a su vez, llevaba un niño envuelto en sus brazos.

-¿Ese es...?

-No sabía que ya habías vuelto -habló su sobrina a la espalda de Franket.

-Querida Ellys -se obligó a sonreír- Llegué hace un par de días ¿Ese niño es tuyo?

-No. -contestó seca- Es el hijo de Jeyne.

-¿Jeyne? -le dio una mirada al mocoso, no había forma de que fuera un Frey- ¿Ella viene con ustedes?

-Mi lady... -empezó a decir Franket.

«Me va a decir que murió.» Supo.

Era el tono que usaban para dar ese tipo de noticias. Fue con esa falsa tristeza que le dijeron que su esposo Tion había muerto tan sólo un año después de haber contraído nupcias. Lo usaron cuando le dijeron que Tywin Lannister había matado a su segundo esposo, Walderan Tarbeck.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora