LXXXIX. La Batalla De Winterfell (parte II)

280 38 4
                                    

El aire de las criptas distaba mucho del agitado correteo de los exteriores. Jon sabía que en poco tiempo, el último sepulcro de sus familiares sería el resguardo de decenas de ancianos, mujeres y niños. Así lo había dispuesto porque consideraba que aquel era el lugar más protegido para los desvalidos. Cuando lo ordenó, estaba seguro de su decisión, pero en ese momento, cuando faltaba tan poco para la batalla, las palabras del viejo y desconocido Lord Lannister no dejaban de martillar en su cabeza: «¿Un lugar lleno de cadáveres es un lugar seguro para ocultar a los más vulnerables?»
Su padre... Su tío, Lord Eddard Stark, solía contarles historias a él y a Robb cuando eran niños, les decía que Winterfell estaba resguardado por encantamientos tan antiguos como el castillo mismo.

«Pero Lord Stark mintió al decir que era mi padre, tal vez mintió también sobre la mística de este lugar.» Pensó con un ápice de resentimiento, no hacía el honorable Lord Eddard, sino hacia la mentira en la que había vivido todos sus años de vida.

Más allá de las imágenes en piedra de Starks tan antiguos como Cregan y Bennard, se alzaba la escultura solitaria de una mujer hermosa y erguida, con la palma extendida a los dioses.
Lyanna tenía las mejillas muy pequeñas y los ojos vivaces, como los de Arya.

«Ella es mi madre... La madre que busqué por tanto tiempo, siempre estuvo enterrada aquí.»

Posó con delicadeza una mano en la fría mejilla de la mujer de piedra. Si los muertos ganaban esa noche, ni siquiera tendría el gusto de conocerla en otra vida. Cuando se alejó, una empolvada pluma de cuervo se sacudió de la escultura, y sobrevoló a su alrededor antes de caer a sus pies.

—Mi hermano solía decir que no fue el mazo de Robert lo que mató a Rhaegar... —una voz profunda emergió desde la oscuridad. La luz de las antorchas hacia destellar la armadura dorada de Gerion Lannister. Detrás suyo, dos hombres de aspecto impecable cargaban un pequeño fardo escarlata. El príncipe de tierras lejanas, se apostó a su lado para contemplar la escultura de Lyanna— Tywin decía que ella fue quien mandó a Rhaegar a la tumba y a los Targaryen al olvido —hablaba pausado, sin burlas ni sosobra.

—¿Qué hace aquí? —preguntó Jon, esquivando el comentario del Lannister.

El hombre sonrió bonachón. Jon no había conocido a Tywin Lannister, pero sí había oído las historias sobre aquel temido Señor de la Roca que jamás sonreía. Su hermano en cambio, era todo lo contrario. Desde su llegada aa Winterfell, no dejaba de expresar su gusto por cada mínimo detalle.

—Tiene una buena espada, Lord Snow —respondió, señalando con la barbilla a Garra que colgaba de su cintura— Acero valyriano por lo que pude notar.

—¿Por eso está aquí? —replicó Jon— ¿Para que hablemos de espadas? —la voz lo traicionó, y sus palabras sonaron más duras de lo que esperaba.

Aún así, el Lord no se ofendió.

—Se podría decir —asintió Lord Gerion. Con una mano, le indicó a sus acompañantes que pusieran el fardo a los pies de la tumba y luego les habló en una lengua desconocida— Karera wa saru koto ga dekimasu.

Snow no entendió una palabra, pero intuyó que era una orden cuando los hombres se inclinaron ante su señor, y se retiraron.

—Creo que eso le perece, Lord Snow —siguió diciendo Lord Gerion, señalando el fardo que Jon tenía frente a él— O al menos así lo piensa ella.

—¿Ella? —repitió.

—La Reina de Dragones —replicó— Ella piensa que usted hizo posible lo imposible.

Jon sacudió la cabeza en negación. Daenerys no podía saberlo, ¿o sí? Su muerte y resurrección aún era un secreto para la mayoría de personas que conocía.

—No soy la persona que ella piensa —aseguró Jon— Tampoco soy quien usted cree, y sea lo que sea eso —señaló el telar— No me pertenece y no lo quiero.

La sonrisa del viejo Lord empezó a ser molestosa, sus mejillas alzadas no cedieron ni siquiera ante la negativa de Jon.

—Tal vez tiene razón —susurró Gerion— No puedo asegurar que sea suya. Hasta hace muy poco, ni siquiera sabía de su existencia, Lord Snow. Puede que al final, usted sea tan ordinario como yo, o puede que sea la única persona capaz de terminar con todo esto.

Con cada segundo, Jon se veía tentado a desenmarañar las telas que cubrían aquel bien que parecía preciado para los yitienses. Sentía un calor abrasante emergiendo del suelo que lo rodeaba. Hincó un poco la rodilla para desdoblar la primera capa de tela, eran terciopelos muy suaves, rojos como la sangre misma. Tenía hilillos bordados a lo largo y ancho, con escrituras incomprensibles para él. La segunda capa de tela, era un mantón de seda simple, de rojo más claro y opaco. La tercera capa, era apenas una gaza transparente que dibujó por primera vez la silueta de una espada. Era casi tan ancha como lo había sido Hielo, y su hoja era blanca y brillante como las estrellas del cielo. Su empuñadura tenía labraduras pequeñas que parecían lenguas de fuego y garras de leones. En el centro se hundía, una pequeña hendidura como si le faltase una piedra.
Jon estiró la mano para tomarla, pero se detuvo antes de que sus dedos rozaran el acero.

—No la quiero —musitó, en voz tan baja que pensó que hablaba en su mente— Ya tengo una espada... Tengo a Garra.

—Y Garra es una buena espada, Lord Snow —aseguró Gerion— Pero no servirá de nada contra el Rey Nocturno. Solo hay un arma capaz de destruirlo, el arma que fue forjada para acabar con la oscuridad.

Jon escuchaba a Lord Lannister hablar, pero no comprendía sus palabras. Cada ruido alrededor se hacía nulo en sus oídos. Su mente estaba impregnada con la belleza de aquella arma. Podía sentir el calor que provenía de ella. Estiró la mano otra vez, y logró tomar el pesado mango. Sus dedos rodearon la empuñadura, y era perfecta, como si hubiese sido hecha para él. El acero se hizo liviano, y al alzarla vio su propio reflejo en aquella hoja pálida. Por leves instantes se sintió como alguien más, como parte de algo mucho más grande.

—Entonces ella tenía razón —exclamó el viejo Lannister, y esta vez, Jon sí pudo oírlo.

Volvió a dejar la espada sobre las telas, y se incorporó rápidamente.

—Lo siento, mi Lord, pero ya se lo dije. No soy quien cree —respondió agitado.

—Es usted, Jon Snow —dijo el anciano, fascinado— Siempre ha sido usted... No sé cómo o porque un bastardo del Norte ha sido elegido por la luz...

«Porque nunca fui un bastardo del Norte... Soy hijo de Rhaegar y Lyanna...» Se dijo.

—Usted es la única persona capaz de maniobrar la Portadora de Luz. Ni siquiera Daenerys Targaryen o la Diosa Emperatriz han podido tomarla —siguió Gerion— Solo usted pudo sostenerla, solo usted acabar con el Rey Nocturno.






__________
Karera wa saru koto ga dekimasu: *pueden irse (japonés)

Ya que Yi-Ti tiene mucha referencia al continente asiático, consideré apropiado que su idioma (en LUR) fuera el japonés.

Los Últimos Reyne II | Fanfic GOTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora