(+21) (Libro 4) Fue inevitable que Adrián y Alysha no se dejaran llevar por la intensa atracción y la fuerte conexión que los unía desde un pasado que fue muy difícil para el prestigioso médico cirujano.
Adrián y Alysha tendrían que vivir y recorrer...
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Capítulo 53.
(Adrián).
Mientras Frankie conducía, comencé a llamar al teléfono de Alysha con la leve esperanza de que respondiera, pero no sucedía. Repetía la acción una y otra vez, pero cada una fue en vano. Sabía que no era posible que contestara mis llamadas, pero era lo único que me calmaba en el proceso de rescatarla. Estábamos a punto de llegar a la casa de Jesse y la ansiedad de tenerla en mis brazos me mataba.
—Mierda, llamar a su teléfono no hace que me sienta más tranquilo. Al contrario, me siento sumamente jodido y desesperado —me quejé, sintiendo como la impotencia me invadía por completo.
—¿De verdad crees que Jesse se la llevó a su casa? —Jimmy me preguntó.
—Eso creo —guardé mi teléfono con fastidio en uno de los bolsillos de la chaqueta de traje que vestía—. Odio decirlo, pero la casa de Jesse es lo más cerca que nos queda de momento.
—Doctor, por casualidades de la vida, ¿la joven aún lleva puesta la pulsera que le regalaste? —preguntó Frankie.
De repente, mis ánimos se elevaron y recordé que ella siempre la llevaba puesta, al igual que el dije que adornaba su cuello. Al fin y al cabo, nada se me escapaba.
—Cierto, Frank —toqué mi frente con frustración y volví a sacar mi teléfono—. Se lo había regalado hace ya un tiempo, que por los nervios olvidé de repente que tenía un uso de emergencia.
—¿Un uso de qué? —Jimmy achicó los ojos, mirando como desde mi teléfono comencé a manejar una aplicación de localización.
—Hace tiempo le regalé a tu hermana una pulsera de diamantes plateados con la ridícula gata esa que tanto le gusta.
—Ah, te refieres a la pulsera con la HelloKitty —asumió—. Un regalo muy costoso, por cierto.
—Sí, más de lo que crees cuando tiene un dispositivo de rastreo. Ya sabes, algo de tecnología avanzada y discreta.
—¿¡Qué!? —Jimmy engrandeció los ojos.
—En realidad, nunca he tendido que recurrir a esto hasta ahora —me ruboricé un poco—. Nunca he hostigado ni espiado a tu hermana con ese dispositivo —carraspeé.
—¿Y todavía dices que no sabes si esta vez funcionará lo del CSI? Creo que estás más loco que yo.
—No tienes ni una mínima idea...
—Doctor, hemos llegado —Frankie me avisó y automáticamente miré la casa de Jesse, la cual se encontraba totalmente cerrada, desde los portones hasta la puerta principal.
Salí del vehículo de inmediato junto a Jimmy, pero Frankie nos escoltó al cargar la pistola.
—¿En serio le volarán los sesos a Jesse? —Jimmy preguntó por lo bajo, aunque parecía un poco impresionado.
