(+21) (Libro 4) Fue inevitable que Adrián y Alysha no se dejaran llevar por la intensa atracción y la fuerte conexión que los unía desde un pasado que fue muy difícil para el prestigioso médico cirujano.
Adrián y Alysha tendrían que vivir y recorrer...
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Capítulo 10.
Después de tomarme unos minutos más en el baño, decidí salir para reunirme con los demás, quienes se encontraban junto a la cantina. Adrián estaba con ellos y mantenía una conversación con normalidad y como si nada hubiese ocurrido. Era un experto en la cuestión de mantener la apariencia y el control en su entorno. De eso no cabía la menor duda.
—Señorita Doménech, nos estábamos preguntando donde usted se había metido —comentó el doctor Bachéeles con cierta picardía en sus ojos. Y aunque disimulaba muy bien su sarcasmo, me percaté de que observaba a Adrián con diversión—. ¿Ahora sí desea otra copa de vino?
—Creo que sí... —acepté con una pizca de inseguridad gracias al rubor en mi rostro.
—¿Cree? —Adrián enarcó las cejas y le hizo señas al cantinero para que me preparara otra copa de vino.
Andrés, Marcella, Jaime y su esposa Lucinda, observaban cada movimiento de Adrián con demasiada curiosidad. Estaba suponiendo que admiraban la manera en la que me trataba, ya que para ellos debía ser un acontecimiento nuevo verlo actuar tan espontáneo. Aunque eso no quitaba el hecho de que el doctor Yanius nos miraba con desagrado, como si supiera lo que el ojiverde y yo habíamos hecho. Sin embargo, eso tampoco era para menos.
—Aquí tiene, señorita Doménech —Adrián me entregó la copa de vino con elegancia, mirándome fijamente a los ojos con un brillo destellante, mientras que el doctor Yanius no se perdía ningún detalle de nuestras expresiones.
En ese preciso momento recordé que entre mis piernas todavía se sentía húmedo y que la razón estaba delante de mis narices entregándome una copa de vino con demasiada calma.
«¿Cómo no iba a recordarlo a cada instante?». Fue lo que pensé con sarcasmo. «Qué manera tan romántica para haber pensado en el amor de tu vida, Nere».
Sujeté la copa de vino con una sonrisa gélida al mantenerme al lado de mi acompañante. No solo sentía el rubor caliente en mis mejillas, sino que también podía sentir entre mis piernas el semen de Adrián. Era una situación de lo más descarada y morbosa. No me quedó más remedio que carraspear y tomar de mi bebida como si nada hubiese pasado.
—Me gustaría hacer un brindis —solicitó Adrián al elevar su copa de vino—. Brindo porque esta noche estoy rodeado de algunas de las personas más especiales para mí.
Todos elevamos las copas de vino y las chocamos levemente, incluyendo el doctor Yanius, quien se sentía fuera de lugar, ya que Adrián hablaba sobre los más allegados.
—También brindo porque esas personas ahora mismo comparten junto a mí una bonita noche en esta aburrida convención —recalcó con despreocupación.
—Hijo... —Marcella lo riñó por lo bajo.
—Es cierto —Adrián enarcó las cejas—. ¿O me equivoco?
