Capítulo 25.

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Capítulo 25

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Capítulo 25.

Al menos pudimos comer en silencio y con tranquilidad. Adrián me dejó descansar de las vibraciones del pequeño aparato. Mis suegros y yo hablábamos de temas triviales y no podía negar que me hacía muy feliz verlos tan encantados conmigo cada vez que me preguntaban más detalles sobre mí. El doctor Andrés Wayne parecía menos impresionado, pero suponía que eso se debía a que ya conocía mi faceta como estudiante médica. Sin embargo, se mostraba verdaderamente a gusto con mi persona al igual que la señora Marcella, quien sí estaba más que emocionada.

En fin, los más allegados a Adrián se mostraron encantados con mi presencia y hasta se sorprendieron al saber que yo también aspiraba a ser cirujana. Permanecieron embobados al escuchar mis respuestas y anécdotas. Mi novio, sin embargo, parecía que se daba golpes mentales en el pecho, ya que podía percibir una expresión de orgullo que brotaba de sus ojos.

Cuando las amas de llaves comenzaron a traer los postres, Adrián no dudó en presionar el botón del pequeño control remoto con discreción, haciendo que las vibraciones subieran de nivel en mi entrepierna.

Uf, aquí hace como que un poco de calor —abaniqué mi rostro con mi mano desocupada al sentir que mis mejillas estaban calientes y teñidas por el rubor.

—Aly, pero si hay aire acondicionado en toda la casa. ¿Estás bien, mi amor? —me preguntó Adrián al acercarse un poco más desde su posición. Sabía disimular a la perfección.

—Estoy... —me removí y cerré los ojos por unos segundos al sentir que se me iban a ir en blanco por el jodido placer—. Estoy bien —sonreí con la voz atorada, sintiendo como las piernas me temblaban como flanes.

Adrián sonrió bastante despreocupado, apesar de que yo estaba sintiendo placer en un momento tan incómodo. Mi vientre era un mar furioso y no aguantaría mucho para que un orgasmo se desatara en mí.

«Concéntrate, Nere. Concéntrate». Mentalmente, me repetía a mí misma que tenía que seguir disimulando mi mejor expresión.

Sin embargo, al ver que Adrián comenzó a saborear lentamente el postre, mirando mis disimuladas expresiones, solo hizo que mi excitación estallara en lo que tanto estaba conteniendo.

«Al carajo la concentración», pensé al mismo tiempo que sentía que llegaba al clímax en un silencio demasiado torturador.

Para soportar los latidos que sentía en mi clítoris, no dudé en agarrar el bulto protuberante entre las piernas de Adrián. El ojiverde casi se ahogó con el postre al sentir como mi mano ejerció presión sobre su pene, masajeándolo casi en un súplica para que me sacara del gran comedor y me hiciera suya.

Sin embargo, él se limitó a carraspear e intentó terminar su postre como Dios mandaba. Su sonrisa elocuente y de niño bueno se volvió más turbia, ya que no pensaba conformarme y no dejaría que se saliera con la suya sin yo llevarme algo suyo a cambio.

MCP | La Residencia ©️ (Parte 2) (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora