Capítulo 36.

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Capítulo 36

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Capítulo 36.

Cuando me duché y me sequé, volví hacia la habitación y me percaté de que Adrián estaba acostado. Prácticamente, dormía con suma comodidad. Sin embargo, me di cuenta de que había preparado mi lado de la cama. Incluso, una hermosa bata de seda reposaba sobre el colchón con la etiqueta de un precio costoso.

Inmediatamente, puse los ojos en blanco, ya que Adrián siempre era precavido y no se le escapaba nada. A pesar de que quedarnos en la casa de sus padres surgió de momento y de que yo ni siquiera había traído ropa para pasar la noche, él ya se había encargado de mi situación.

Me dejó de importar el detalle de la bata cuando me fijé en el precioso espécimen que dormía plácidamente sobre la cama. Él estaba posicionado boca abajo y las sábanas reposaban sobre su cintura. Su espalda y sus músculos eran una vista tormentosa para mí, porque no deseaba otra cosa que me hiciera suya con esos brazos tan trabajados y...

—Aly, ya ven a la cama —la voz somnolienta y autoritaria de Adrián me sacó de mi erótica ensoñación.

Hice pucheros y de mala gana comencé a colocar la bata de seda sobre mi cuerpo. Cuando iba a ponerme la tanga, me di cuenta de que no había ninguna a mi disposición. Puse los ojos en blanco y me dirigí hacia la mesita de noche de su lado de la cama para usar su cepillo. Peiné mi cabello con mala actitud al ver como continuaba igual de relajado que al inicio. Ignoraba mi presencia y ni siquiera se molestó en observar como me veía con la pieza que él mismo me había regalado.

Cuando terminé de cepillar mi cabello, coloqué el cepillo sobre su mesita de noche, haciendo ruido de manera intencional. Adrián abrió los ojos y desde su cómoda posición me miró de abajo hacia arriba.

«Sí, papi rico. Sin tanga para ti».

—¿Ya terminaste? —me preguntó en un frío susurro.

Tragué saliva y le di la espalda. Ni siquiera le respondí y fui hasta mi lado de la cama. Me acosté junto a él con fastidio y pude sentir como se tensó ante mi acto. Sin embargo, no dijo nada, no dijo ni una palabra más. Fastidiada y asimilada con su fría actitud de mierda, intenté relajarme hasta que logré sumergirme en un profundo sueño.

***

Miraba el cielo gris y las nubes que cubrían la claridad de los rayos del sol. Llovía mientras mi cuerpo reposaba boca arriba sobre una terraza desconocida al aire libre. Me limité a relajarme al sentir como las gotas frías chocaban contra mi piel de gallina por la leve frialdad del ambiente. Un delicioso escalofrío me recorrió de pies a cabeza y una ola de calor se alojó en mi vientre. Estaba excitada bajo la lluvia mientras disfrutaba el sonido del agua al caer. No entendía qué sucedía, pero no quería que acabara.

«Nere, solo estabas soñando». Fue lo que me recordó mi subconsciente, pero aun así no tenía ganas de despertar de momento.

Me removí sobre el suelo y sentí como un cosquilleo incrementó en mi vientre y en mi vagina. Automáticamente, abrí la boca con sumo gusto y me dejé llevar por un placer que no entendía. Sin embargo, cuando decidí dirigir mi mano hasta mi sexo para masturbarme y saciarme, sentí como si mis muñecas estuviesen atadas. Parpadeé repetidas veces e intenté volver a guiarla hasta el lugar que ansiaba, pero me resultaba sumamente imposible.

De repente, sentí como mis manos se tensaron y como mis muñecas dolían un poco. No podía darme placer por más que quisiera para aliviar las ganas que tenía.

***

Ah... —abrí los ojos de sopetón cuando un gemido de placer se escapó de mi boca sin haberlo visto venir.

Miré el ambiente de la habitación a mi alrededor, pero no podía entender por qué mis brazos estaban extendidos en cada lado del cabezal de la cama. Aun así, más jadeos salían de mi boca mientras intentaba visualizar mejor la situación. Sin embargo, cuando miré hacia mis piernas, la impresión se apoderó de mí. Entonces, fue cuando me di cuenta de lo que ocurría.

«Adrián estaba experimentando la somnofilia», pensé al instante.

—Andy... —volví a gemir con gusto, pero él no me hacía caso, ya que estaba realizándome sexo oral, mientras que yo tenía las manos atadas hacia el cabezal de la cama—. Ah, por Dios... —podía sentir como mojaba el colchón y como mis ojos se iban en blanco.

Adrián me observó con sus ojos claros desde su posición, como una bestia hambrienta y seductora. Necesitaba asumir que no era el sueño bajo la lluvia, sino que el aguacero lo había creado él entre mis piernas.

—¿En serio creíste que te dejaría con las ganas? —enarcó las cejas al mirarme con seriedad mientras introducía algunos dedos de sus manos en el interior de mi vagina—. Solo estaba dejando que la frustración aumentara en ti para que, cuando te vengas las veces que me dé la gana, lo hagas con gusto y lloriqueando.

—Andy... —moví mis caderas hacia su dirección para que continuara dándome placer—. Sí, por favor, papi rico...

—¿Lista para que yo te ponga a chorrear en mi boca? —el dios del sexo me miró con arrogancia—. Porque yo estoy listo para castigarte por ser una niña desobediente. Además, también pagarás por la vez que no te despertaste cuando hice esto mismo.

—Sí, Andy, pero quítame estas vendas de las muñecas —le pedí con ansias, a lo que me respondió con una sonrisa siniestra e irónica.

—Todavía te falta mucho por conocer a mi oscuro ángel, bebé —volvió a posicionarse entre mis piernas—. Ya te viniste para mí unas dos veces mientras dormías, pero ahora quiero que te mojes toda para mí. Disfrutarás y serás torturada de placer en iguales proporciones. Quiero ver como tus ojos se van en blanco cuando logre un squirt en ti.

«Qué Dios me ayude, porque el dios del sexo no lo haría. Él no tendría compasión».

MCP | La Residencia ©️ (Parte 2) (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora