Capítulo 28.

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Capítulo 28

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Capítulo 28.

Adrián me mostraba un álbum de fotografías familiares que la señora Marcella había preparado para él alguna vez. En algunas fotos se veía sonriente y en otras triste. Era increíble como cada vez me adentraba más en su vida privada. Últimamente, se sentía más cómodo al contarme detalles de su infancia y lo que sufrió.

—En serio, Andy —insistí al cerrar el álbum—. Me hace muy feliz que últimamente seas tú quien me cuente las cosas. Es un gran avance de tu parte —le sonreí un poco apenada—. Es decir, todavía recuerdo cuando tuve la valentía de insistir sobre ti y no era agradable ver como te cerrabas ante mí.

—Tienes razón —asintió sin dejar de mirarme a los ojos—. ¿Sabes? Creo que si no hubiese sido por tu insistencia, quizá no me hubiera encontrado en este nivel de confianza que tenemos —parecía tan seguro al decírmelo—. Tu lengua viperina no ha sido tan mala después de todo —se encogió de hombros y se levantó del borde de la cama—. He aprendido a lidiar con ella y ya estoy acostumbrado.

—Qué exagerado eres —me reí al levantarme para seguirlo.

—Para nada. Bastantes dolores de cabeza que me han causado tu lengua viperina y lo sabes perfectamente —enarcó las cejas y se cruzó de brazos, dándome el permiso para que continuara indagando en su antigua habitación.

Apesar de que hacía años que no dormía en el cuarto, se mantenía pulcro y limpio. Al parecer, sus padres lo habían dejado tal y como estaba. Observé pósteres de dos de sus bandas favoritas: Coldplay y The Neighbourhood. Sin contar que una de las paredes estaba decorada por una estantería llena de libros de medicina. Cuando me detuve en ellos, rocé mis dedos por algunos y reconocí ciertos títulos que yo había utilizado para mi carrera médica.

—Conozco algunos —le hice saber con una sonrisa en mis labios.

—Por supuesto que conoces algunos —sonrió y se ubicó a mi lado para verlos junto a mí—. Estudiamos y realizamos nuestro internado en la misma institución, en uno de los hospitales más prestigiosos del país. En mi caso, al menos los primeros años de mi carrera médica —me recordó con orgullo—. Eventualmente, la institución hospitalaria mejorará su reputación conmigo al mando.

Puse los ojos en blanco y volví a colocar los libros en su lugar. Él rio abiertamente ante mi acción, ya que su ego me divertía a la vez que me exasperaba.

—Como no, doctor Wayne —me crucé de brazos en sus narices.

—Y mejor aún... —sujetó mis caderas y me adhirió a su cuerpo—. Tendré una excelente e inteligente estudiante como residente médica —se mostró muy juguetón—. Admito que ese hecho me tiene muy atolondrado.

—Un momento... —engrandecí los ojos cuando caí en cuenta—. Entonces, ¿¡piensas aceptar ser el dueño del «Hospital General de Puerto Rico»!?

MCP | La Residencia ©️ (Parte 2) (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora