Capítulo 24.

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Capítulo 24

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Capítulo 24.

Cuando nos adentramos a la casa de mis suegros, admiré el interior, ya que se podía percibir que era un lugar cálido y armonioso, apesar de que era extremadamente espacioso y lujoso. Adrián me guió hasta el gran comedor, donde los invitados estaban esperando por nosotros. Tíos, abuelos, compañeros de trabajo por parte de mi suegro, entre otros, hacían acto de presencia en la cena familiar. Sin contar que Bárbara también se encontraba presente junto a la que suponía que era su madre adoptiva.

—Familia, es un placer volver a verlos y que nos acompañen en esta nueva cena familiar —Adrián no dudó en saludarlos a todos al agacharse un poco de manera educada—. Como todos los años, le damos la bienvenida a la víspera navideña y para nosotros es importante compartir con ustedes.

Mientras él continuaba con su cantaleta bien protagonizada, no pude evitar observar a mi alrededor con admiración. Luces navideñas, arbolitos y más decoraciones adornaban el ambiente del comedor. No podía negarlo, la época de navidad me hacía sentir muy feliz por todo lo que conllevaba.

—Ella es mi novia, la señorita Alysha Doménech —me presentó delante de toda su familia, aunque Bárbara no dejaba de mirarme con desprecio.

Cada uno de los miembros me sonrió con sinceridad y emoción. Era la primera vez que Adrián presentaba a una novia formal y esa era yo. Me sentía ruborizada, pero eso no me detendría para representarlo bien con mi acto de presencia. El ojiverde desplazó una silla desocupada para que yo me sentara. Luego volvió a hacer lo mismo y se sentó junto a mí. La abuela materna —madre de Marcella—, no dejaba de observarnos con una curiosidad demasiado evidente ante mis ojos.

—Querida, espero que te sientas cómoda con nosotros —me dijo la abuela de Adrián, una señora bastante mayor que, apesar de su avanzada edad, se veía en buen estado de salud—. Eres muy guapa para el pequeño príncipe. Estoy segura de que mi nieto ha tenido mucha suerte.

—Y no te equivocas, abuela Nana —él le respondió con familiaridad—. Últimamente, soy un hombre con mucha suerte cuando se trata de Alysha.

Todos sonrieron al mostrar ternura en sus expresiones. Sin embargo, Bárbara —quien se ubicaba al lado de sus padres adoptivos—, me observaba con mucho más fastidio que al inicio. Evidentemente, se sentía incómoda, pero aun así no me dejaría intimidar por su presencia. Además, si desde que comencé a realizar mis prácticas en el «Hospital General de Puerto Rico» no le había permitido que me intimidara con sus acciones tan despectivas, menos lo haría en el momento y en una situación como en la que me encontraba.

—Creo que siempre has sido un hombre con suerte. ¿No crees? —Bárbara le respondió al elevar la mirada—. Siempre has tenido todo lo que quieres y deseas, así que me parece que es muy evidente —soltó una falsa carcajada—. Digo, ahora más que eres un médico sumamente exitoso.

Con ímpetu, sujeté la mano de Adrián y este se sorprendió al instante. Yo no estaba dispuesta a que él tuviera que soportar comentarios impropios de temas personales y pasados que no venían al caso.

—Tienes razón, Bárbara —presioné la mano de mi novio con más seguridad, sin importarme el hecho de que los presentes tuviesen los ojos puestos en mí—. Quizá siempre ha tenido todo lo que quiere y pide, pero eso se debe a que él lo ha luchado con creces. Ha estudiado y trabajado duro para ser el médico exitoso que es —alcé la mirada con orgullo, aunque no aparté mi vista de sus ojos azules—. Tal vez es en este momento que Adrián se siente afortunado al disfrutar de todo lo que ha conseguido, porque ahora está siendo considerablemente feliz.

Bárbara esquivó mi mirada y agachó un poco la cabeza al quedarse en un incómodo silencio, mientras que los demás presentes me observaban con cierta impresión.

—Cariño, se nota que eres una mujer muy obstinada y decidida —Marcella elevó su copa de vino, sin darse cuenta de mis verdaderas intenciones en cuanto a mis palabras—. Créeme, estoy muy encantada de que estés aquí con nuestra familia.

—Gracias, Marcella —le agradecí con sinceridad—. Para ser honesta, también estoy muy encantada de estar aquí con ustedes —le aseguré.

Apesar de que Bárbara seguía siendo un grano en el culo, no sabía si había hecho lo correcto al responderle de la manera que lo hice, pero por nada del mundo dejaría que se metiera en mi relación con Adrián, una que tanto nos había costado alcanzar.

La madre adoptiva de Bárbara la riñó por lo bajo y esta se contuvo de continuar respondiendo o alardeando tonterías. Adrián parecía atónito con mi manera tan espontánea de actuar. Sin embargo, él no se había molestado en lo absoluto.

—¿Más vino? —me preguntó al intentar contener la impresión, manteniendo una gélida sonrisa frente a los presentes.

—Claro —le sonreí y elevé mi copa.

Él mismo me sirvió más vino al mostrar elegancia y paciencia.

—Me alegra, porque lo vas a necesitar —me advirtió en un discreto susurro en mi oído—. Estás siendo muy valiente y contestona, como una leona que defiende lo suyo. Así que ya veremos si continuarás así de...

Leves vibraciones hicieron que me removiera de sopetón sobre el asiento. Engrandecí los ojos por la impresión de su descaro y por el leve cosquilleo que comenzaba a sentir.

—Así de valiente —carraspeó y me di cuenta de que una de sus manos se encontraba en el interior del bolsillo de su pantalón, ya que estaba manejando el pequeño control remoto.

Volví a removerme sobre el asiento y por un momento coloqué las manos sobre la gran mesa del comedor al sentir cierta desesperación. Mostré una media sonrisa, intentando disimular como las vibraciones se hacían cargo de mi clítoris.

Oh, aquí está la cena —avisó Marcella de forma generalizada y dos amas de llaves comenzaron a colocar los platos preparados junto a las respectivas bebidas.

—Gra... —tomé varias bocanadas de aire al notar entre mis piernas que las vibraciones se detuvieron—. Gracias —asentí con educación y bajo la mesa presioné mis muslos.

Con discreción, Adrián dirigió su mano desocupada hacia mis piernas y la colocó sobre mis muslos, regalándome breves caricias, como si eso pudiese calmar mis ansias de lo que me estaba causando en plena cena. Me excitaba demasiado y ni siquiera yo podía controlar mi placer, sino él.

—¿Todo bien, mi amor? —me preguntó Adrián con una sonrisa angelical. Luego acercó sus apetecibles labios hacia el lóbulo de mi oreja para que solo yo lo escuchara por un momento—. Claro que todo debe estar bien donde yo quiero —dirigió su mano hasta mi entrepierna y comenzó a tocar mi vagina, frotándola junto a mi tanga.

«Mierda, qué rico se sentía».

—Mamá, la comida se ve exquisita —comentó Adrián, como si nada estuviese pasando debajo de la mesa—. Se me abre el apetito de una manera increíble —sus ojos verdes estaban puestos en ella, pero su mano seguía frotando mi vagina una y otra vez.

Apreté mis muslos y le di un desesperado sorbo a mi copa de vino. Luego me mordí la lengua para mantener el silencio. Sin embargo, cuando Adrián percibió que el acceso a mis piernas comenzó a costarle, me miró con seriedad, regañándome con tan solo una discreta mirada.

Podía entender que le gustara el morbo del momento, pero me resultaba sumamente descarado que me mirara como si realmente no debiera cerrar las piernas en un momento tan importante como lo era la cena con sus padres. Sin mencionar que apesar de que éramos discretos y de que intentaba mostrar mi mejor expresión, Bárbara no dejaba de mirarnos de reojo, ya que era consciente de lo que Adrián podía ser capaz. Y es que hasta yo sabía hasta donde él llegaría con la jodida situación del vibrador.

MCP | La Residencia ©️ (Parte 2) (¡Completa!) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora