(+21) (Libro 4) Fue inevitable que Adrián y Alysha no se dejaran llevar por la intensa atracción y la fuerte conexión que los unía desde un pasado que fue muy difícil para el prestigioso médico cirujano.
Adrián y Alysha tendrían que vivir y recorrer...
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Capítulo 82.
(Adrián).
Cuando salí de mi vehículo, algunos familiares de Jesse pusieron sus ojos en mí. Reconocía a la mayoría, aunque siempre me mantuve alejado de todos. Hablaban junto a la entrada de la funeraria y rumoraban el por qué lo habían asesinado. Suponía que la mayoría de su familia estaba sorprendida, ya que él siempre vivió de apariencias y no lo habían creído capaz de haber hecho todo lo que hizo.
El tema de la corrupción y los asesinatos eran la orden de la noche, ya que era lo único que se hablaba de él. Sin contar que también mencionaban que su padre siempre fue un hombre tramposo y maltratador. En parte, aquellas personas le echaban la culpa a las acciones de su padre y a la poca acción que tomó su madre al respecto. En fin, ya no le daba ni la mínima importancia a eso. Solo quería encontrar a mi cuñado.
—Adrián, no esperaba verte por aquí —me dijo la mamá de Jesse cuando utilizó una servilleta para sorber por la nariz. Realmente, se veía muy afectada—. ¿Sabes? La verdad es que siento mucho todo lo que sucedió contigo por las cosas de mi hijo. Sé que no he sido la mejor madre del mundo y que muchas veces me hice de la vista larga cuando se trataba de él.
—Lo sé, señora May —asentí con seriedad—. De todas formas, no pensaba asistir para no incomodar a ningún miembro de su familia. Jesse habrá sido como fue, pero también comprendo que esto no debe ser fácil para usted.
La señora May asintió, aunque se desplazó hacia un lado para dejarme pasar al interior de la funeraria. Cuando busqué a Jimmy con la mirada, logré localizarlo junto a una mesa que se encontraba llena de donas, galletas, dulces y pastelitos. Tomaba café mientras hablaba con John —el hermano de Jesse—. Sin embargo, cuando mi cuñado se percató de mi presencia, elevó su mano desocupada y la agitó en el aire.
—¡Hasta que al fin llegaste, cuñado! —sus ojos se iluminaron al verme—. ¿Quieres café? ¿Donas? Están riquísimas.
—No —enarqué las cejas cuando se metió una dona a la boca, atragantándose con ella como si no hubiese comido en días.
—Estaba hablando con John, ya que la última vez quedamos en malos términos por las acciones indefendibles de su hermano —me explicó.
John —quien rondaba entre la edad de Jimmy—, presionó los labios y bajó la mirada ante nosotros. Evidentemente, se sentía avergonzado.
—Seguiré recibiendo a las personas —carraspeó y nos dejó a solas.
Por un momento, rasqué mi cabeza, porque me sentía un poco incómodo y algo apenado por la madre de Jesse y su hermano. Ciertamente, en algún momento se quedaron de brazos cruzados cuando él me hacía daño, pero también sabía que no eran malas personas del todo.
