Short: Sihtric

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Vi el guiño que hizo su cara al ver como Ragnar apuñalaba a Kjartan.
Todo el mundo gritaba y alentaba la pelea, pero él se mantenía callado.
No era muy hablador, pero había conseguido que se abriera algo conmigo en algunas noches de insomnio.
Cuando Ragnar quedó satisfecho, con el cuerpo de Kjartan muerto en el suelo, agarré el brazo de Sihtric.
-Vámonos de aquí. - dije en su oído.
Se mantuvo unos segundos quieto, observando, como si quisiera verlo por última vez.
-Sihtric...
Asintió, siguiendome de cerca.
Había demasiada gente, así que cogí su mano.
Conseguí que saliéramos del bullicio de gente, escapandonos por las puertas.
-Donde vamos?
-A un lugar tranquilo.
Llegamos a un árbol, debajo del cual, me senté, separando mis piernas y dejándole ese hueco que tanto le gustaba.
Se sentó entre ellas y se acostó sobre mí.
Con cuidado deshice el nudo de la cuerda que sujetaba su pelo. Con mis dedos peine su cabello, negro y bastante largo hasta deshacer las trenzas.
Él no decía nada. Sabía que necesitaba tiempo para pensar y digerir lo ocurrido.
Empecé a tararear una canción. Mi madre solía cantarmela cuando era una niña, y aunque no conocía bien la letra, recordaba la melodia a la perfección.
Despacio volví a trenzar cada mechón de cabello justo como él me había enseñado hacia ya semanas.
Sentía su respiración tranquila y veía sus dedos moverse alrededor de su colgante.
Cuando hube acabado, lo anude y deje mis brazos caer sobre sus hombros.
-Como estas?
Suspiró.
-No lo se. Quería que ese hombre muriera... Y ahora... No lo sé. Era el único familiar real que tenía.
Acaricié su frente con una mano. Se había dejado caer completamente en mi pecho.
-Supongo que es normal. - dije mirando al cielo. - Es un gran cambio. Ahora puedes empezar de nuevo.
Cogió mi mano y se la llevó a los labios.
-Te quedarás?
-Se lo juré a Uhtred. Es un buen señor. Quiero ser alguien. Soy un guerrero.
-Un increíble guerrero. - dije sonriendo. - Uhtred cuidará de ti. Cuida de todos nosotros. Aunque no lo parezca.
Apretó mis dedos.
-Es duro, pero viajar con él es divertido. Conoces gente. Hay... Mujeres. Bueno. Para ti. Puede que tarde en pagarte la plata... Pero en la tabarna suele pagar él y...
-También me quedo por ti.
Detuve mi mano, dejándola caer en su pecho.
-Por mi?
Se giró un poco, lo suficiente como para que pudiéramos mirarnos.
-Bueno. No hay nadie más que me hubiera sacado de ahí, que se hubiera quedado aquí conmigo.
Le sujete la barbilla y lo bese. Él me recibió con los labios entrabiertos.
No se cuanto tiempo estuvimos ahí.
Simplemente besándonos, con movimientos lentos, suaves caricias entre nuestras lenguas y algún suspiro que otro.
Fue él quien primero se apartó.
Acarició mi pelo, y luego mi mejilla.
Con la mirada tranquila y las mejillas sonrojadas, dijo:
-Gracias...

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