Warren Worthington III

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Escuché golpes en mi puerta.
-Hayleen! Tienes que venir!
Jean gritaba desde el otro lado de mi puerta.
Me levanté asustada y salí de la habitación.
-Que ocurre?
-Es Warren...Sus alas... Ven, tienes que verlo.
La pelirroja me cogió de la mano y me guio por los pasillos hasta la enfermería.
Al entrar, me quedé helada.
Las alas metálicas de Warren se encontraban destrozadas. El metal estaba roto y agrietado.
-Que le pasa? Por qué...?
-No lo sabemos, se ha despertado o gritando y de repente... - Scott señaló las alas.
Era aterrador verlo retorcerse y gritando de dolor en la camilla, tumbado boca abajo. 
Kurt y Peter lo intentaban sujetar.
-Hayleen! Haz algo!
Yo era enfermera. A parte de mis poderes de curación, también había podido ir a la universidad. Mi mutación no era del todo notable.
Tenía la capacidad de regenerar mis células y las de otros, también podía acabar con enfermedades y otras tantas cosas.
Cogí una jeringuilla y morfina, y con manos temblorosas me acerque a Warren.
Le inyecte la sustancia, y un poco después  su cuerpo entero se relajo.
-El efecto de Apocalipsis se le esta a pasando. - explicó el profesor. - Iba a pasar tarde o temprano. Puedes ayudarlo?
-No lo se... Nunca he...
-Hayleen, usa la medicina convencional, por favor, no tienes tanto poder como para ayudarlo. - Me pidió Charles cuando nos quedamos solos con el rubio.
Asentí.
Me daba miedo utilizar mis poderes. Nunca había hecho nada tan grande. Pero se veía débil, dolorido, y las heridas en su espalda eran horribles.
-Hayleen... - me advirtió.
-De acuerdo, profesor.
-Puedes curarlo ahora?
-Si. Me quedaré con él esta noche para ver como evoluciona.
-No desobedezcas, Hayleen.
-No lo haré profesor.
Salió de la sala y cerré la puerta.
Despacio, me acerque al cuerpo de Warren.
Estaba dormido. En su cara había una expresión de incomodidad.
Con un paño húmedo limpie la sangre que había derramado.
Cuando acabe de curar las heridas que se habían hecho alrededor del nacimiento del metal en su espalda, casi una hora más tarde, las tape y me sente a su lado en una silla.
Su temperatura era normal, y su pulso también.
Dormía tranquilo.
Me apoye un poco en la camilla. Estaba muy cansada, el sol empezaba a salir por el horizonte, y el sueño podía conmigo.

Escuche un gruñido.
Abrí los ojos asustada y bufé cuando un pinchazo recorrió todo mi cuello. La mala postura a la hora de dormir me había pasado factura.
Baje la vista a Warren.
Estaba despierto e intentaba levantarse.
-Quieto!
Me miro fríamente y con enfado. Y obviamente, no obedeció.
-Warren, detente! -Le empuje por los hombros.
Y al instante me arrepentí. Le había hecho daño. El quejido que soltó quedó grabado en mi mente y estuvo repitiéndose durante unos segundos.
-Oh, joder... Lo siento... Lo siento, Warren...
-Que estas haciendo? -dijo borde- Por que estas aquí?
-Soy la enfermera de la escuela, y estas herido...
Su cara estaba escondida entre sus brazos cruzados en la cama.
-Me dejas ver las heridas?
Asintió sin mostrarme su cara.
Despegue las bendas y sonreí satisfecha, la sangre estaba coagulada y prondo empezaría a cicatrizar.
-Genial. Sanaran pronto.
Suspiró.
-Voy a poner spray desinfectante, puede que escueza.
Cuando lo apliqué, Warren murmuró alguna que otra maldición.
-Quieres levantarte?
-Me va a doler?
-Seguramente, pero creo que podrás soportarlo.
-De acuerdo.
Le ayude a incorporarse en la camilla, sus pies colgaban al borde. Las alas se encontraban levemente caídas
A pesar de todo, Warren se veía genial.
Su pelo estaba creciendo de nuevo, sus rizos caían por su frente, y las líneas oscuras que adornaban su cara cada vez se veían menos.
Sus ojos amarillentos cayeron en los míos.
Se veía también muy cansado.
-Que tal?
-Duele como mil demonios.
Vi como su mirada cambió desde la mía hasta algo a mi espalda.
Sus alas. El reflejo en un espejo.
-Crees que podré volver a volar?
Suspiré con un nudo en la garganta.
-Eso es un no?
-No lo se, Warren. No lo se.
-Tu puedes ayudarme?
-No. - Dije rotundamente. - No tengo tanto poder.
-Me ayudaste cuando casi muero en el jet.
-Warren, no puedo hacerlo, no puedo hacer que puedas volver a utilizar tus alas. Es muy distinto a curar unas heridas.
-Pues curame estas!
-No me deja el profesor.
-Tu nunca has sido de esas que obedecen las normas. O eso me han contado, no?
Hablaba de mis días como estudiante en la escuela, y todos aquellos rumores que siguen por ahí. Tenía razón, escapaba por las noches para ir a fiestas, había alcohol escondido por toda mi habitación. Y otras tantas cosas más de las que no estaba orgullosa.
-Callate, Warren. No viene a cuento.
Bufo y miro hacia otro lado.
Desde su llegada a la escuela, Warren, un par de años más joven que yo, se había mantenido cercano a mi. Y no me molestaba. Warren tenía mal genio y podía resultar irritante, pero era un buen chico. Había sufrido mucho y en el fondo era sensible.
Siempre se acercaba a hablar conmigo, lo pillaba siempre observando me desde el otro lado del comedor, o en los jardines. Y según mis sospechas, Warren tenía sentimientos por mi.
Y yo estaba empezando a tenerlos por él.
Verlo así de frágil y dolorido era horrible, y por más que quería ayudarle, no podía hacerlo. Me pondría en peligro a mi misma.
-Voy a tener que vivir con unas estúpidas alas de metal rotas toda mi vida?
-Vamos a intentar arreglarlas. Puede que sea como un hueso. Pero primero tienen que curarse estas heridas.
Su pecho se hinchó con esperanza.
-Si consigues que pueda volver a volar, prometo que te daré un paseo.
Reí enternecida.
-Voy a hacer todo lo posible, vale? Pero. No puedo prometer nada.
Asintió.
Me acerque un poco y bese su mejilla.
-Te duele?
-Bastante.
-Te daré un calmante.
-Puedo volver a mi habitación después?
Cogí el vaso de agua y un bote de pastillas.
-Toma una cada ocho horas. Mañana veré las heridas otra vez, y... Si necistas algo búscame.
Asintió.
Cuando se puso de pie se quejo.
-Es horrible.
-Ten paciencia. Y nada de Vodka-advertí, conocía bien su expediente.

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