Ciudades de Papel (John Green)

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De la forma en que lo entiendo, todos consiguen un milagro.


—Quizás todas las cuerdas dentro de él se rompieron —dijo.


En mi memoria, nunca termina. Solo nos quedamos allí, mirándonos el uno al otro, para siempre.


Margo siempre amó los misterios. Y en todo lo que vino después, nunca pude dejar de pensar que quizás amaba tanto los misterios que se convirtió en uno.


Ni siquiera era que ella fuese tan bonita. Simplemente era tan impresionante, y en el sentido literal.


Ella nunca actuaba como si él le gustara tanto así, pero nunca actuaba como si le gustara nadie tanto así.


Tal era la vida esa mañana: nada importaba realmente mucho, no las cosas buenas y no las malas.


—Dilo de nuevo —dijo ella.

—Luz, el visible recordatorio de la Luz Invisible.


—Eso siempre ha parecido tan ridículo para mí, que la gente quisiera estar alrededor de alguien porque son bellos. Es como elegir tus cereales del desayuno basados en el color en lugar del sabor. 


Cuando dices cosas horribles de la gente, nunca debes decir las verdaderas, porque no puedes verdadera y honestamente retirar lo dicho, ¿sabes?


La belleza de Margo era una especie de vasija sellada de perfección; sin grietas y sin poder agrietarse.


—Todo es más feo de cerca —dijo.

—Tú no —le respondí antes de pensar mejor.

—He aquí un consejo: eres lindo cuando eres seguro de ti. Y menos cuando no eres.


Y por esos dos minutos nosotros simplemente nos mirábamos en uno al otro, miré el azul en sus ojos. Era agradable... en la oscuridad y el silencio, sin posibilidad mía de decir algo para arruinarlo, y sus ojos mirándome, como si hubiera algo en mí digno de verse.


¿Cómo buscas a alguien que anuncia que no podrá ser encontrada, quien siempre deja pistas que conducen a ninguna parte, que huye constantemente? ¡No puedes!


Tal vez esta vez ella quería ser encontrada, y ser encontrada por mí. Quizá, justo como me había elegido en la noche más larga, ella me había elegido de nuevo.


Si nadie me ve, no me importa, y si todos me ven, no me importa tampoco.


Si no me encuentras en seguida, no te desanimes; si no estoy en aquel sitio, búscame en otro.

Te espero... en algún sitio estoy esperándote.


Quizás era rara, o quizás el resto de nosotros éramos los raros.


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