Pandemonium: 'Delirium 2' (Lauren Oliver)

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El amor, la más letal de las cosas letales.

El amor que mata.


La libertad para mirar y tocar y amarse unos a otros; pero el simple pensamiento me resulta tan alejado de lo habitual que no puedo evitar que me dé un poco de miedo.


No hay un antes. Solo hay el ahora y lo que venga después.


—Si eres lista, te implicas. Si te implicas, amas.


Dejarme ir más profundamente. No hay nada más que el fondo.


Pero se puede construir un futuro a partir de cualquier cosa; de un fragmento, de un parpadeo. Del deseo de avanzar lentamente, paso a paso. Se puede construir una ciudad etérea desde las ruinas.


Un mundo sin amor es también un mundo donde no hay nada en juego.


Todos necesitamos mantras, supongo, dichos que nos repetimos para seguir avanzando.


Vive libre o muere.


A pesar de las privaciones de esta vida, me doy cuenta de que estoy comenzando a amar este lugar.


Los puedes pintar de cualquier color que quieras y mandarlos al otro lado del mundo, pero siempre encontrarán un modo de volver. Y al final mostrarán su verdadero color una vez más.


Me pregunto qué se sentirá al morir lentamente.

Me pregunto qué se sentirá al morir deprisa.


Y aunque no crea en nada de todo esto —ni en las palabras, ni en la causa, ni en la gente que me rodea—, aun así me asombra la energía que experimento por estar en una muchedumbre, la electricidad, la sensación de poder.

Peligroso.


Y después, una noche me despierto y el silencio es perfecto, un estanque fresco y profundo.


Pero el enfado se niega a disiparse. Me quema hasta abrirme un agujero en la garganta.


Aun así, me late el corazón y no puedo evitar la sensación fugaz de que me hundo.


—Hay ciertas cosas a las que uno no se acostumbra nunca, supongo.


Por un momento nos miramos a los ojos, y entonces me recorre una pequeña sacudida. Sus ojos han cambiado: ahora las aguas transparentes se han extendido y se han hecho más profundas, se han convertido en un océano de colores cambiantes, verdes, dorados y púrpuras.

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