1: La Corte del Eclipse (Claudia Ramírez Lomelí)

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Solía creer que ocultar era muy diferente de mentir, pero... ¿realmente lo era?


La vida le había enseñado un par de lecciones valiosas. Una de ellas era que, a veces, las mentiras eran necesarias.

Porque, si decía la verdad, temía que todo fuera a explotar.


Pero una cosa era lo que ella decía y otra lo que los demás veían. Algunas personas parecían poder ver detrás de su sonrisa de juguete.


Aún no sabía cuánto, pero siempre que el dolor volvía se hacía una idea. O miles. Cada una peor que la otra.


Elyon no pudo evitar sentir una chispa nacer en su estómago. Una pequeña pero explosiva, de esas que están destinadas a crecer lentamente por temor a extinguirse.


¿Era tonto de su parte comenzar a esperanzarse? Sería un sueño hecho realidad si la nación del Sol y el reino de la Luna aprendían a convivir entre ellos. Solo así podrían entender que, a pesar de las diferencias, todos eran iguales. Todos eran seres humanos dignos de amor y respeto. Y ella, que desde pequeña fue de sol y de luna, lo necesitaba más de lo que quería admitir. Ahora más que nunca.


Y Elyon quería que Emil lo entendiera. Que él y todos la vieran tal y como lo que era.


—Pero, ¿por qué no lo entiendes?

—¿Qué es lo que no entiendo?

—¡Que no puedo..! No puedo...


A pesar de que nunca había jugado con fuego, Elyon podía sentirlo en sus venas.


Sus emociones eran un caos y no podía procesarlas, necesitaba actuar. Y eso haría.


No iba a llorar y mucho menos iba a permitir que la vieran llorar. Sus amigos no paraban de preguntarle lo mismo una y otra vez: ¿Todo bien, Elyon? ¿Estás bien, Elyon? ¿Estás bien? ¿Estás bien? ¿Estás bien?

<<Si>>, ella les respondía cada vez.

Sí.

Pero aquí iba una verdad: no lo estaba.

No estaba bien.


El joven rey no sabía por qué, pero estaba recordando la primera vez que ella le mostró sus poderes de luna. Había sido el momento en el que se dio cuenta de que sentía algo más por Elyon. Algo más fuerte que cualquier cosa que hubiera sentido antes. La recordaba ahí, en medio del lago, mostrándose solo ante él. Y recordaba que él había pensado que era lo más hermoso que había visto jamás.


Al verla, no pensó en que era hermosa, sino... poderosa.


<<¿Qué es lo que no entiendo?>>, Elyon había preguntado.

<<¡Que no puedo perderte otra vez!>>, le había querido contestar.


Se formó una especie de barrera invisible entre ellos. Quería romperla a golpes y patadas y gritos, pero no podía. O, más bien, no debía.

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