2: El Circo de la Noche (Erin Morgenstern)

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Sin ella no veo igual de bien. Sin ella no oigo igual de bien. Sin ella no me siento igual de bien.


—Has visto cosas que resultan increíbles, ¿no? ¿Y no crees que es aún más difícil convivir con esas cosas si no se forma parte de ellas? ¿Hasta el punto de perder la razón? La mente de las personas es muy sensible.


—Es difícil ver la realidad de una situación cuando uno está metido en ella. Resulta demasiado conocida, demasiado cómoda.


—¿Te has enamorado alguna vez? —pregunta Isobel.

—He tenido relaciones que han durado décadas y otras que han durado horas. He amado a princesas y a campesinos. Y supongo que todos ellos, cada cual a su manera, también me han amado a mí.


—Acabará por desmoronarse. Ya empiezan a verse las grietas. Tarde o temprano, terminará por romperse.


—La gente no se fija en nada a menos que se le dé un motivo para ello.


El pasado se pega a las personas igual que el azúcar glasé se pega a los dedos. Hay quien puede librarse de él, pero los acontecimientos y hechos que nos conducen hacia el presente siguen así.


Hay algo en su aspecto que la inquieta, pero no sabe exactamente de qué se trata.


—Mi padre hacía algo parecido. Me refiero a ese magnetismo, esa capacidad de seducir. Me pasé los primeros años de mi vida viendo a mi madre suspirar por él incondicionalmente. Siguió amándole y echándole de menos hasta mucho después de que él hubiera perdido el poco interés que tenía en ella.


—¿Por qué es usted tan sincero conmigo? —le pregunta Celia.

—Porque resulta reconfortante, para variar, ser totalmente sincero con alguien —responde Marco—. Y, además, porque sospecho que si le dijera una mentira, usted se daría cuenta en seguida. ¿Puedo esperar esa misma sinceridad de usted?


—Pero sí recuerdo a las personas que me miran de la forma en que lo hace usted.

—¿Y qué forma es ésa?

—Como si no pudieran decidir si me tienen miedo o si desean besarme.


—Sonríe usted como si escondiera un secreto.

—Escondo muchos secretos.


Básicamente, consiste en sentir desde dentro cómo encaja todo, y supongo que por eso no puedo hacerlo con nadie más.


La proximidad es clave para la inmersión, lógicamente.


—Pensé que sería interesante tener un jardín de invierno, pero claro, tenía que ser todo en blanco y negro —dice—. Barajé distintas opciones hasta que me decidí a crearlo enteramente de hielo. Me alegra que lo considere usted una especie de sueño, pues precisamente de ahí surgió la idea.


—Y es también el motivo por el cual creé el Árbol de los Deseos —explica Celia—. Se me ocurrió que un árbol cubierto de fuego era el complemento perfecto para sus árboles de hielo.

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