Cazadores de Sombras: Ciudad de los Ángeles Caídos (Cassandra Clare)

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—Te quiero, Clary —dijo sin mirarla—. Más de lo que nunca... —Se interrumpió—. Dios. Más de lo que probablemente debería. Lo sabes, ¿verdad?


Sigo siendo la misma persona. Sigo siendo yo.


Tal vez la gente no podía cambiar nunca.

« No» .


No aceptas lo que en realidad eres, en ningún sentido.


— ¿Qué soñabas?

—Soñaba contigo. —Enrolló en un dedo un mechón del cabello de ella—. Siempre sueño contigo.


—Me gustaría poder hablar como lo haces tú —dijo—. Todo lo que dices, las palabras que eliges... son perfectas. Siempre encuentras la cita adecuada, o la frase correcta para que yo pueda creer que me quieres. Si no puedo convencerte de que nunca te abandonaré...


—Nunca dejaría de creer en ti —dijo—. Jamás. Lo que siento por ti... —Se atrancó—. Es lo más grande que he sentido en mi vida.


Tienes que recordar que el arma eres tú.


Con qué rapidez se esfuma el amor entre los mortales.


—Es bello —dijo—. Entiendo por qué lo amas. Pero ¿te has preguntado alguna vez qué es lo que le atrae a él de ti?


—Él está unido a ti —dijo la reina—. Pero ¿te ama?

—Sí.

—¿Y te desea? Porque amor y deseo no siempre van unidos—. Tú lo quieres como nunca has querido a nadie. Pero ¿siente él lo mismo?—. Él podría tener todo aquello o a todo aquel que le plazca. ¿No te preguntas por qué te ha elegido a ti? ¿No te preguntas si se arrepiente de ello?


Era una mirada extrañísima, pensó Simon, la mirada que dedicarías al ser amado que nunca, jamás, podría llegar a ser tuyo.


La música siempre había sido su manera de aislarse de todo.


Sabía cómo iba lo de las rupturas porque había oído a otras chicas quejarse al respecto. Primero la separación, el rechazo gradual a devolver las notas o las llamadas. Los mensajes vagos diciendo que nada iba mal, que su pareja sólo quería un poco más de espacio personal. Después el discurso de « No eres tú, soy yo» . Y finalmente las lágrimas.


Se pertenecían por completo el uno al otro, y siempre sería así, y eso era todo.


Mira, soy consciente de que tal vez sientes celos porque el Señor no te trató con la mano de escultor con la que me trató a mí.


—No estoy diciéndote que no puedas utilizar tu poder. De hecho, creo que el problema es más bien que rara vez lo empleas.


—Pero ellos se quieren —dijo Clary, atónita—. ¿No es eso el amor? ¿Estar allí para apoyar a tu pareja, pase lo que pase?

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