Mil veces hasta siempre (John Green)

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Pero empezaba a descubrir que tu vida es una historia que cuentan sobre ti, no una historia que cuentas tú. Crees que eres el autor, por supuesto. Tienes que serlo. Crees que eres el pintor, pero eres el cuadro.


Yo pensaba que si la mitad de las células que tienes dentro no son tú, ¿no pone eso en cuestión la idea de yo como pronombre singular, por no decir como autor de mi destino?


El problema de una espiral es que si la recorres, en realidad nunca acaba. Se estrecha infinitamente.


Ni siquiera nos mirábamos mucho, pero no importaba, porque contemplábamos juntos el mismo cielo, y quizá eso es mucho más íntimo que el contacto visual. 


Cualquiera puede mirarte. Pero muy pocas veces encuentras a alguien que ve el mismo mundo que estás viendo tú.


No me gusta abusar de la palabra «amor». Es un sentimiento demasiado bueno y escaso para devaluarlo por exceso de uso. Puedes vivir bien sin llegar a conocer el verdadero amor.


Y al final, el imperfecto sistema de audio de Harold resultó ser la última nota de la melodía de coincidencias que cambió mi vida.


—Eres mi chica. «Te elijo a ti. Nunca te perderé. Siempre te querré. Eres mis estrellas. Mi cielo. Mi aire. Eres mi chica.»


El verdadero terror no es asustarse; es no tener elección.


—¿Puedes decir algo más que sí?

—Sí —dije, y sonreí un poco.


—No sé qué decir —me dijo—. No... se me da bien hablar del tiempo.

—Prueba a decir lo que estás pensando —le dije—. Yo jamás lo hago.


—¿Sabes cuando en el colegio o en cualquier sitio te da la sensación de que todo el mundo te mira y habla de ti a tus espaldas? Pues es esa misma sensación, solo que ahora la gente me mira y murmura de verdad.


—¿Duele? —me preguntó.

—Lo importante no es si duele.

—Es un buen lema —me dijo.


—Tiene que ser una mierda estar siempre rodeado de gente en tu propia casa. Gente que no es de tu familia todo el día ocupando tu espacio.


Supuestamente todo el mundo tiene pensamientos intrusivos. Miras desde un puente o desde donde sea y de repente se te ocurre que podrías saltar. Y si eres como la mayoría, piensas: «Vaya, qué pensamiento tan raro», y sigues adelante con tu vida. Pero en algunas personas el invasor se adueña de todo y desplaza todos los demás pensamientos hasta que no eres capaz de pensar otra cosa y te pasas el día o pensando ese pensamiento, o intentando desviarte de él.


«No soy mis pensamientos», aunque en el fondo no tienes claro qué eres exactamente. Entonces te dices a ti misma que tienes que clicar una pequeña x de la esquina superior del pensamiento para cerrarlo. Y quizá se cierra por un momento.

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