2: Violet y Finch (Jennifer Niven)

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«Queridísimo —empezaba diciendo la nota—, tengo la certeza de que una vez más me estoy volviendo loca. Noto que no podré aguantar otra de esas épocas horribles. Por eso voy a hacer lo que parece la mejor solución».


«Has sido en todos los sentidos todo lo que alguien puede ser. Si alguien hubiese podido salvarme, habrías sido tú».


Hacer lo que sea para recordarme que sigo aquí y que tengo algo que decir.


—No puedes ir por la vida presionando a la gente para que haga cosas que no quiere hacer. Llegas, te instalas y dices vamos a hacer esto y vamos a hacer lo otro, pero no escuchas. No piensas en nadie más que en ti mismo.


—Era inteligente, tozuda, de humor inestable, divertida, malvada cuando perdía los nervios, dulce, protectora con sus seres queridos. Su color favorito era el amarillo. Siempre me apoyaba, aunque nos peleáramos a veces. Podía contárselo todo porque una de las cosas buenas de Eleanor era que nunca emitía juicios de valor.


—Yo nunca tuve un mejor amigo. ¿Qué se siente?—No lo sé. Supongo que puedes ser tú mismo, independientemente de lo que eso implique, lo mejor y lo peor de ti mismo. Y tu mejor amigo te quiere de todas maneras. Puedes pelearte, pero aunque estés enfadado con él, sabes que no dejará de ser tu amigo.


Y disculparse es una pérdida de tiempo. Tienes que vivir tu vida para nunca tener que decir que lo sientes. Es más fácil hacerlo bien de entrada y así no tener que pedir disculpas.


Es esa sonrisa que esbozas cuando estás pensando en alguien e intentando decidir qué sientes por esa persona.


La gente o me ve o no me ve. Me pregunto cómo debe de ser eso de andar por la calle, seguro y a salvo en tu pellejo, fundiéndote con los demás. Sin que nadie se vuelva, nadie se quede mirándote, nadie te espere ni espere nada de ti, nadie se pregunte qué estúpida locura harás a continuación.


No es del todo mentira, puesto que los dolores de cabeza tienen alguna cosa que ver. Es como si mi cerebro se disparara a tanta velocidad que se le hace imposible mantener ese ritmo. Palabras. Colores. Sonidos. A veces todo se esfuma y lo único que queda es el sonido. Lo oigo todo, pero no solo lo oigo, sino que además lo percibo. Aunque también puede ser todo a la vez: los sonidos se transforman en luz, y la luz se vuelve demasiado intensa, y noto como si me partiera en dos, y entonces aparece el dolor de cabeza. Pero no se trata solo de que sienta dolor de cabeza, sino que además lo veo, como si estuviera compuesto por un millón de colores, todos ellos cegadores.


Conozco lo suficientemente bien la vida como para saber que no puedes contar con quelas cosas permanezcan intactas e inmóviles, por mucho que te gustaría que así fuera. No puedes evitar que la gente muera. No puedes evitar que se marche. Ni siquiera uno mismo puede evitarmarcharse. Me conozco lo suficientemente bien como para saber que nadie puede mantenerme despierto o impedirme dormir. Eso también lo llevo dentro.


Lo que es complicado es crecer y superar la etiqueta que te han puesto. Razón por la cual merece la pena fingir qué eres como los demás, aunque sepas en todo momento que eres distinto.

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